La Gracia Que TransformaMuestra

Redimidos para un propósito

"Quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras" (Tito 2:14 RVR1960).

Fuimos redimidos no sólo del pecado, sino para ser un pueblo apasionado por el bien.

Redención significa ser liberado de la esclavitud a través del pago de un rescate. Somos liberados de la esclavitud del pecado, y comprados para su servicio.

Somos “un pueblo propio”. “La palabra que hemos traducido como propio (periousios) es interesante. Significa reservado para; y era usado especialmente para aquella parte del botín de una batalla o de una campaña que el rey conquistador apartaba especialmente para sí mismo” (Barclay). Cristo no sólo nos salvó del pecado, sino para sí mismo. El propósito de la redención no es solo evitar la condenación, sino formar un pueblo propio (su posesión exclusiva), puro y celoso de buenas obras.

Esta expresión —"celoso de buenas obras"— implica un entusiasmo activo. No hacemos buenas obras para ser salvos, pero porque somos salvos, las buscamos con celo. No por presión externa, sino por transformación interna.

Dios quiere un pueblo que refleje su carácter en la tierra, que viva con pasión por lo justo, lo bueno, lo compasivo. El creyente no se conforma con evitar el mal; anhela encarnar el bien.

Este es el resultado de vivir bajo la gracia: no solo dejamos lo viejo, esperamos lo glorioso, sino que vivimos con propósito hoy. Una vida entregada, limpia y fructífera.

¿Estoy viviendo como parte de un pueblo propio de Dios, apasionado por hacer el bien en todas las áreas de mi vida?