Los VencedoresMuestra

El don del valor

El temor es una de las herramientas más efectivas del enemigo. Nos paraliza, nos encierra, nos hace retroceder incluso cuando sabemos que deberíamos avanzar. Pero la palabra de Dios declara que ya no somos esclavos del miedo. Hemos recibido un espíritu de adopción. Somos hijos de Dios, no prisioneros de la ansiedad.

Vivir como hijos de Dios implica una transformación radical en nuestra manera de pensar. Ya no caminamos desde la escasez, sino desde la abundancia. No desde la incertidumbre, sino desde la certeza de que nuestro Abba está con nosotros. Y cuando vivimos desde esa verdad, el valor no es opcional; es natural.

La valentía no significa que el miedo desaparece, sino que ya no tiene el control. Significa mirar las dificultades, las pérdidas, los desafíos, y decir: “Sé quién va conmigo”. No necesitas entender todo ni tener una fe perfecta. Lo que necesitas es recordar que el Dios del universo te adoptó, te selló con su Espíritu y camina contigo.

Este valor también nos permite resistir la presión cultural de esconder nuestra fe. Así como los primeros cristianos se negaban a confesar que “César es el Señor” porque sabían que solo Jesús lo era, nosotros también podemos sostenernos en medio del rechazo o la incomodidad. Porque lo que nos sostiene no es el aplauso del mundo, sino el amor inquebrantable del Padre.

Cuando recuerdas que no estás solo, que hay una herencia eterna reservada para ti, que el Espíritu Santo te guía paso a paso, entonces el valor se convierte en tu escudo. No es valentía nacida del esfuerzo humano, sino el coraje que brota de saberse hijo: amado, sostenido y llamado por Dios.

Hoy elige renunciar al temor y abrazar el valor que Dios te ha dado como parte de su familia. En medio de la incertidumbre, permite que Él te fortalezca y te afirme en la verdad: Él está contigo, y nada podrá separarte de su amor.

Oración:

Señor, gracias por adoptarme como tu hijo. Hoy deseo que mi vida sea un testimonio valiente de tu fidelidad y que cada paso que dé lo haga como un verdadero vencedor. ¡Amén!