Trascender: Un Viaje con Moisés (Salmo 90)Muestra

El salmista Moisés aborda el tema de las personas tal y como son, los humanos tal y como somos, el hombre tal y como es.

¿Recuerdas aquel silogismo que se basaba en la premisa mayor “Todos los hombres son mortales”? (La premisa menor, “Sócrates es un hombre”, nos lleva a “Sócrates es mortal”). Los siguientes versículos del salmo enfatizan no sólo la validez de ese razonamiento, sino también la realidad.

Todas las personas están condenadas a muerte.

Tú haces que los hombres vuelvan al polvo,

cuando dices: “¡Vuélvanse al polvo, mortales!” (Salmo 90:3)

“Volver al polvo”, una frase habitual en los servicios funerarios, se inspira en parte en este salmo y subraya la finitud y fragilidad de la vida. La muerte nos vence a todos, incluidos a los poderosos y ricos.

Mil años, para ti,

son como el día de ayer, que ya pasó;

son como una vigilia de la noche. (Salmo 90:4)

Si no fuéramos mortales, el tiempo no sería un reto. Sólo porque somos finitos y frágiles debemos enfrentarnos a esa cosa llamada tiempo. Los pensadores han debatido sobre la naturaleza del tiempo, fundamentalmente porque a todo el mundo se le acaba. Los filósofos debaten si el tiempo existe y su naturaleza lineal o circular, etcétera.

Pero más profunda es la cuestión de nuestra existencia en el tiempo y cómo lo utilizamos. Nuestra eventual muerte, cuidadosamente considerada, hace que la mente se concentre.

Arrasas a los mortales que son como un sueño:

nacen por la mañana, como la hierba

que al amanecer brota y florece,

y por la noche ya está marchita y seca. (Salmo 90:5-6)

Esta comparación con el ser humano aparece repetida en otros pasajes de la Escritura: “Todo mortal es como la hierba” (Is. 40:6; 1 Pe. 1:24).

Sólo Dios, para quien el tiempo es relativo, es el dueño del tiempo. Mil años son como un día, o parte de un día. Él siempre tiene el tiempo de Su lado.