Jesús "El Hijo De Dios"Muestra

Su Muerte y Resurrección – El cumplimiento del plan de redención
La crucifixión era una de las formas más crueles de ejecución en el Imperio Romano. Se reservaba para criminales y rebeldes, y su propósito era causar dolor extremo y humillación pública. Jesús fue condenado a esta muerte, aunque era inocente, cumpliendo así las profecías del Antiguo Testamento.
- El juicio injusto – Fue acusado falsamente y condenado por el Sanedrín y Pilato.
- El sufrimiento físico – Fue azotado brutalmente, coronado con espinas y obligado a cargar su cruz.
- Las palabras en la cruz – Jesús pronunció frases como "Padre, perdónalos" y "Consumado es", mostrando su amor y el cumplimiento de su misión.
- La resurrección – Al tercer día, Jesús venció la muerte, demostrando su poder divino.
Isaías 53 y Filipenses 2:5-11 forman un puente poderoso entre la profecía y su cumplimiento, entre el sufrimiento del Siervo y la exaltación del Salvador.
Isaías 53 nos presenta al Varón de dolores, despreciado, herido por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados. Es una imagen cruda y conmovedora del Mesías que toma nuestro lugar, cargando con el castigo que nos correspondía. No hay gloria visible en Él, pero en su humillación se revela el amor más profundo de Dios.
Filipenses 2:5-11, en cambio, nos lleva desde esa humillación hasta la gloria. Jesús, siendo en forma de Dios, se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo y obedeciendo hasta la muerte en cruz. Pero esa obediencia lo llevó a ser exaltado hasta lo sumo, y a recibir un nombre que está sobre todo nombre.
Ambos pasajes nos invitan a mirar a Cristo con reverencia y gratitud: uno nos muestra el precio de nuestra redención, el otro la gloria que le pertenece por haberla conquistado. Y juntos nos llaman a imitar su humildad, su entrega y su amor incondicional. Jesús no esperó garantías, ni condiciones. Murió por todos nosotros, sin ver nada a cambio, sin saber si lo aceptaríamos, sin exigir perfección. Su amor fue tan profundo que se entregó por completo, aun sabiendo que muchos lo rechazarían. Lo hizo por amor, por obediencia, por redención. Su cruz no fue un accidente, fue una decisión.
Como dice Juan 3:16: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree no se pierda, más tenga vida eterna" (LBLA). Este versículo no sólo habla de amor, sino de un amor que da, que se entrega, que sacrifica. Jesús no vino a condenar, sino a salvar.
Y en Juan 10:11 y 18, Jesús declara: “Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas... Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo." (RVR1960). Él no fue forzado a morir. Lo hizo por voluntad propia, con el corazón puesto en cada uno de nosotros.
Esta verdad nos confronta: ¿cómo responder a un amor así? No con culpa, sino con gratitud. No con temor, sino con entrega. Porque si Él dio su vida por nosotros, ¿cómo no vivir la nuestra para Él?
La palabra ágape proviene del griego agápē (ἀγάπη) y se refiere a un tipo de amor profundo, desinteresado y sacrificial. El amor ágape de Jesús es el amor más puro, profundo y desinteresado que existe. No se basa en emociones pasajeras ni en lo que merecemos, sino en una decisión eterna de entregarse por nosotros. Es el amor que abraza al pecador sin aprobar el pecado, que perdona sin condiciones y que se sacrifica sin esperar nada a cambio. El amor ágape no se gana, se recibe. Y cuando lo recibimos, transforma nuestra forma de amar a los demás. Porque quien ha sido amado así, no puede seguir amando igual. Ahora quiero mostrarte algo sumamente impresionante.
El sacrificio de Isaac y la muerte de Jesús son dos eventos profundamente conectados en la narrativa bíblica, revelando el plan redentor de Dios y su amor por la humanidad.
En Génesis 22:1-14, Dios le pide a Abraham que ofrezca a su hijo Isaac en sacrificio. Este momento es impactante, pues Isaac era el hijo de la promesa, aquel por quien Dios había prometido bendiciones y descendencia numerosa. Sin embargo, Abraham, con una fe inquebrantable, obedece sin cuestionar.
Isaac, quien carga la leña del sacrificio, representa a Jesús llevando la cruz (Juan 19:17). Cuando está por ser sacrificado, Dios interviene y provee un cordero en su lugar (Génesis 22:13), mostrando que Dios siempre tiene un plan de provisión y salvación.
Siglos después, Dios envía a su propio Hijo, Jesús, como el sacrificio definitivo por el pecado. Mientras Isaac fue sustituido por un carnero, Jesús no tuvo sustituto: Él era el Cordero de Dios (Juan 1:29), entregado para la expiación de nuestros pecados.
En Mateo 27:46, Jesús clama: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?" (RVR1960), recordando el dolor de separación con el Padre al cargar el pecado del mundo. A diferencia de Isaac, a quien Dios libró, Jesús cumple el sacrificio y muere en la cruz, mostrando el amor supremo de Dios.
- Isaac fue ofrecido en un monte, y Jesús murió en el monte del Calvario (Lucas 23:33).
- Abraham dijo: Dios proveerá el cordero para el sacrificio (Génesis 22:8), y en Jesús, Dios cumplió esa provisión.
- La fe de Abraham y el sacrificio de Isaac apuntaban a la obra completa de Cristo en la cruz, mostrando que la salvación no depende del esfuerzo humano, sino de la gracia de Dios.
La historia de Isaac anticipó la obra de Jesús y nos recuerda que Dios, en su amor, entregó a su Hijo para darnos vida eterna. La muerte de Jesús no fue un fracaso, sino el cumplimiento del plan de Dios para nuestra salvación. Su sacrificio nos da redención y acceso directo a Dios. Para nosotros, esto significa que no hay pecado demasiado grande que su sangre no pueda limpiar. Su resurrección nos da esperanza y salvación.
Reflexión
- ¿Cómo te impacta saber que Jesús sufrió por amor a ti?
- ¿Cómo puedes vivir con la certeza de la resurrección?
- ¿Qué significa para ti la frase "Consumado es"?
Acerca de este Plan

En este plan de lectura exploraremos la identidad y misión de Jesús a través de la Biblia. Desde su naturaleza eterna hasta su ministerio en la tierra, veremos sus milagros, nombres, profecías y su papel como el Sacerdote Eterno. También analizaremos su muerte y resurrección, su rostro glorificado y su prometido regreso como Rey. Aprenderemos más acerca de un hombre cuyo nacimiento fue profetizado, y que realizó grandes proezas, un hombre lleno de misterios. Y su nombre es Jesús el Hijo de Dios.
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Nos gustaría agradecer a Gian Carlo Maingón Vallejo por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: www.instagram.com/jn_giancarlogc_