Las barreras

Dios te ama profundamente y desea estar lo más cerca posible de ti, estableciendo una relación íntima y serena, como la de un padre con su hijo. Sin embargo, hay barreras que se interponen entre nosotros y Él, obstaculizando este maravilloso encuentro.

Podrías pensar que el pecado es la barrera principal, pero en realidad es solo una consecuencia de lo que pensamos y de cómo actuamos. Cuanto más nos acercamos a Dios, más se derriban estas barreras; cuanto más nos alejamos de Él, más se levantan. El verdadero obstáculo son actitudes como el egoísmo, la rebeldía, la envidia, el chisme y la ignorancia, que nos alejan del corazón de Dios.

Un ejemplo claro es la historia del rico y el pobre Lázaro. El problema del rico no eran sus riquezas, sino lo que ellas habían generado en su corazón: egoísmo, soberbia y autosuficiencia. No era su prosperidad material lo que lo separaba de Dios, sino la indiferencia y la arrogancia que de ella derivaban.

La buena noticia es que Dios es fiel. Él está listo para perdonar inmediatamente el pecado en cuanto se lo confesamos. Sin embargo, nos invita a renovar nuestra mente cada día, a transformar nuestra manera de pensar, para que podamos vivir una vida plena e íntima con Él.

Cuánto más permitimos que Dios se acerque, más experimentamos una relación auténtica, libre de barreras, guiada por el amor y la Gracia.