Venga Tu ReinoMuestra

Día 5. Reflejemos que el reino ha venido a nuestras vidas

En mi trayectoria laboral, una figura que constantemente me inspira es el profeta Daniel. Su ejemplo trasciende las esferas religiosas, ofreciéndonos principios atemporales para la vida profesional. Daniel no era un agitador ni un crítico del sistema político de su tiempo. Sin embargo, se desenvolvió en las altas esferas de gobierno bajo diversos imperios, siendo consistentemente valorado por sus cualidades intrínsecas, más allá del rey de turno, y por su inquebrantable lealtad a su Rey celestial y a su Reino eterno.

Daniel sirvió fielmente tanto en el Imperio Babilónico como en el Imperio Persa. Al estudiar su vida, descubrimos una serie de características notables que hoy quiero compartir contigo:

Integridad y Firmeza Moral

Daniel destacaba por su carácter intachable, siendo irreprensible, fiel, honesto, sincero y con la firme determinación de no contaminarse. Sus adversarios no hallaron falta en él, salvo en su devoción a Dios.

Sabiduría y Aptitud Intelectual

Era un hombre de gran entendimiento y enseñado en toda sabiduría, con una notable capacidad de aprendizaje. Esto le permitía comprender la palabra y las visiones, actuando siempre de forma prudente y reflexiva.

Favor Divino y Gracia

Poseía una gracia especial y un espíritu superior, lo que lo hacía idóneo para el palacio y le garantizaba prosperidad en cualquier reino.

Devoción y Vida Espiritual

Su vida estaba marcada por una profunda conexión con Dios. Era confiado y agradecido con Dios, devoto, adorador, ayunador, y siempre dispuesto a humillarse, entender y escuchar la voz divina.

Habilidades Sociales y Liderazgo

Además de sus virtudes internas, Daniel era solidario, compasivo, un buen orador, respetuoso con las autoridades y un valioso consejero. Disfrutaba de buenas compañías y era profundamente agradecido.

Daniel, un hombre de integridad inquebrantable, sabiduría excepcional y profunda devoción, nos muestra un modelo de carácter y liderazgo.

Nos enseña además que la verdadera influencia y el éxito profesional no dependen de la complacencia con los sistemas corruptos o de la crítica constante, sino de cultivar una integridad personal inquebrantable y una lealtad primordial a principios superiores.