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Provisión Divina

DÍA 2 DE 3

¿Dónde está tu tesoro?

Si trazas un mapa de tu propio corazón de manera detallada probablemente lo encuentres fragmentado en distintas zonas. En él habrán algunas cosas malas (propias de nuestra naturaleza), algunas buenas (propias del Espíritu Santo que vive en nosotros) y algunas cosas que no son buenas o malas, pero que simplemente están ahí. El espacio que ocupan en tu vida estas zonas suele materializarse en la cantidad de tiempo que le dedicas a cada una de ellas. Trabajo, familia, amigos y hobbys, y aunque ninguna de estas cosas son malas en su esencia, pueden pasar a serlo cuando hacemos de ellas nuestro tesoro. Necesitamos trabajar, pasar tiempo con nuestra familia y amigos, y tener hobbies... pero, ¿qué pasa cuando ellos toman el primer lugar en nuestros corazones y se convierten en nuestros tesoros más valiosos?

A los cristianos se nos ha dicho desde siempre que Jesús debe ser lo primero en nuestras vidas. Se nos ha incentivado a orar ni bien despertamos y a, intencionalmente, dedicarle 20 minutos a nuestro devocional diario. Y, aunque estas cosas nos hagan bien, no son (ni se acercan a) lo que Dios nos pide. Imagina que un día no suena tu alarma, no puedes orar, no puedes dedicarle esos 20 minutos a tu lectura diaria porque debes llegar a tiempo al trabajo y pierdes ese único momento del día de comunión con Dios... Si limitaras tu relación con Dios a esa oración y a esos 20 minutos de devocional, en este caso hipotético estarías desplazando a Dios del primer lugar y colocando allí a tu trabajo. Gracias a Dios, esto no funciona así. A diferencia de lo que muchas veces se nos ha enseñado, más que ocupar el primer tiempo de la mañana, lo importante es que Dios sea el centro de tu día, independientemente de la hora, el momento o lugar en el que lo busques.

Hay momentos en la vida en los que necesariamente las prioridades cambian: trabajo, hijos, carrera universitaria y responsabilidades. Esto no quiere decir que tengamos que desplazar a Dios, porque Dios desea estar en el centro de todas las áreas de tu vida. Dios quiere que aún cuándo las prioridades diarias cambien, Él sea el centro de todas y cada una de ellas y el dueño de la totalidad de nuestros corazones. Si en determinado momento de tu vida la prioridad es tu carrera universitaria, Él debe ser el centro de tu carrera universitaria. Si en determinando momento de tu vida la prioridad son tus hijos, Él debe ser el centro de la crianza de tus hijos. Si en determinado momento de tu vida la prioridad es la planificación familiar, o las finanzas y el ahorro, Él debe ser el centro de eso también. En todas y cada una de las áreas de nuestra vida, Dios debe estar presente.

Hace un tiempo, y no de la manera que me hubiese gustado, Dios me enseñó una lección muy importante, llevándome a hacerme la siguiente pregunta: ¿mi corazón le pertenece a Dios o a las bendiciones que Dios me da?

Hay una gran diferencia entre tener nuestro corazón puesto en Dios o tenerlo en las bendiciones que Él nos da; y siendo sincera, a veces es muy difícil notar la diferencia. Sin dudas, Dios nos llena de regalos y bendiciones día tras día. Oportunidades, trabajo, relaciones y amistades... y casi sin darnos cuenta, depositamos nuestro corazón y nuestra identidad en ellas, desplazando a Dios del centro de todas ellas y convirtiéndolo simplemente en un sector más en nuestro corazón. Lo limitamos a esos 20 minutos de devocional diarios y a esa oración matutina, y aunque podemos vivir toda nuestra vida engañados, generalmente surge un problema: todas las bendiciones que podamos tener son pasajeras, se desvanecen y aunque hoy estén, siempre está la posibilidad de que mañana ya no. Al poner nuestro corazón en ellas corremos el peligro de que, si el día de mañana nos toca perderlas, perdamos nuestra identidad y propósito junto con ellas.

Jesús nos dice «acumulen para ustedes tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el óxido corrompen» (Mateo 6:20). Al decir esto no está diciendo que vivamos como si este mundo pasajero no importase. Lo que pretende es que nuestro corazón, en lugar de aferrarse a este mundo, viva su naturaleza transitoria y entienda a esta vida como una preparación para la eternidad. Debemos valorar la moneda y los tesoros celestiales y utilizar nuestros tesoros terrenales, ya sea tiempo, dinero o talentos y capacidades, para comprar "oro celestial", que nunca perderá su valor. Allí es en donde debemos encontrar nuestra identidad. Invertir nuestros tesoros en cosas terrenales mantiene nuestro corazón anclado a los valores terrenales. Sin embargo, cuando invertimos en cosas de valor eterno y ponemos en ellas nuestro corazón, permanecemos anclados al ancla firme que es el Señor, y nuestra identidad deja de depender de las bendiciones transitorias de nuestra vida.

Tomemos el ejemplo de Job, que aún en su tristeza y dolor, cuando todo le había sido quitado injustamente, alabó a Dios. "Entonces Job se levantó, y rasgó su manto, y rasuró su cabeza, y se postró en tierra y adoró, y dijo: Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito. En todo esto no pecó Job, ni atribuyó a Dios despropósito alguno" (Job 1:20-22). La identidad y el tesoro de Job no estaban puestos en las bendiciones que Dios le había dado, sino en El Dios dador de todas ellas. Sus tesoros eran eternos y nada ni nadie se los pudo quitar. Acumular tesoros en el cielo es hacer cualquier cosa en la tierra cuyos efectos perduren para la eternidad.

Acerca de este Plan

Provisión Divina

Si estás pasando por un momento de incertidumbre, preocupación o falta de confianza en la fidelidad de Dios, este plan es para ti. Tres días de reflexiones con bases bíblicas a cerca de la provisión del Señor para nuestras vidas.

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Nos gustaría agradecer a Natalia Rosas por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: about.me/nrosas