Devocional Juvenil Experiencia de Adoración de 40 DíasMuestra

Recuerdo una vez, hace mucho tiempo, cuando alguien me hizo un comentario hiriente. En lugar de lidiar con eso en el momento y dejarlo ir, me lo guardé. Con el tiempo, me enojé cada vez más con esa persona.

Tres años después, sentí que el Espíritu Santo me pedía que pidiera perdón por mi amargura y que arreglara las cosas. Lo hice, y la amistad fue restaurada. La sensación de libertad y paz que experimenté después fue asombrosa. Eso fue hace treinta y cinco años, y todavía somos amigos.

Nunca he olvidado la lección de que el perdón lleva a la libertad. Si estás guardando una ofensa o amargura, acude a Jesús. Recibe Su perdón, y luego permite que Su misericordia fluya a través de ti hacia los demás.

Recibir el perdón de Dios debería ser un hábito diario, así como perdonar a otras personas. Ambas cosas van de la mano. Así como necesitas ser perdonado, también necesitas perdonar. El perdón te libera. Te ayuda a dejar de lado el peso del enojo, el odio y el dolor. Esas cosas solo te dañan, especialmente si te las guardas durante mucho tiempo.

Perdonar no significa fingir que no pasó nada. Tampoco significa permitir que la persona continúe haciéndote daño. Simplemente significa que eliges no guardarle rencor. No intentas vengarte ni hacer que paguen.

Así como has sido perdonado, perdona a otros. El gozo, la paz y la libertad te esperan al otro lado.

Reflexiona

¿Alguna vez has guardado rencor? ¿Cómo te hizo sentir? ¿Hay alguien a quien necesites perdonar hoy?