[Epístola de Filemón] Recompensas de fe y amorMuestra

Compañerismo

En nuestro día a día, compartimos buenos y malos momentos con otras personas. Los buenos son fáciles de mantener y nutrir, lo que permite que las relaciones florezcan. Sin embargo, cuando surgen desacuerdos, independientemente de la causa, las relaciones pueden volverse tensas. Las interacciones se acortan, los ánimos se caldean y la inclinación a evitarse o ignorarse unos a otros puede afianzarse. ¿Cómo podemos nosotros, como seguidores de Jesús, navegar estos desafíos diarios?

En la Biblia, el término «comunión» representa un vínculo distintivo entre los creyentes en Cristo. Este término se deriva de la palabra griega «koinonía». Pablo experimenta esta comunión de koinonía con Filemón. Son socios al compartir intereses comunes, trabajo y emociones mutuas. Ambos contribuyen a la obra del Evangelio. Además, comparten una fe común en Cristo, habiendo puesto su confianza en Él para salvación.

Pablo implora a Filemón que se reconcilie con Onésimo, basando esta súplica en su sociedad y comunión de koinonía.

La naturaleza humana tiende a llevarnos directo al orgullo y al conflicto. Para lograr la reconciliación, necesitamos el poder de Dios. Cuando nos reconciliamos con los demás, debemos actuar con fe y amor. A través de la reconciliación, nuestro carácter se transforma a la imagen de Dios y nuestra comunión es restaurada. El sacrificio de Cristo cumplió este propósito. Él nos reconcilió con Dios. Nosotros también debemos reconciliarnos con los demás para restaurar la comunión y dirigirnos los unos a los otros como hermanas y hermanos sin discordia.

El acto de perdonarse unos a otros y la subsiguiente reconciliación traen beneficios prácticos, así como espirituales. Si Filemón se reconciliaba con Onésimo, ambos cosecharían estas recompensas, así como Pablo y el resto de la iglesia recibirían bendiciones del Señor. Si bien las relaciones restauradas ofrecen muchas ventajas prácticas, el enfoque principal de Pablo estaba en la dimensión espiritual.

Se espera que un cristiano maduro responda obedeciendo la Palabra de Dios, actuando con justicia voluntaria y espontánea, reflejando las acciones de Cristo. Esta respuesta madura a la obediencia forma el fundamento de una comunión genuina entre los creyentes, que es una demostración práctica de su verdadero amor mutuo.

Señor, extiendo el perdón a cualquiera que me haya lastimado, independientemente de la razón o circunstancia. Permítenos establecer una afinidad por el amor maduro adhiriéndonos a tu voluntad y reconciliándonos unos con otros.