400 AÑOS

Hubo un tiempo entre el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento en el que no se escribían Escrituras. Este aparente silencio se produjo durante 400 años hasta que apareció Juan el Bautista en el Nuevo Testamento. Aunque no se sabe con certeza por qué no hay escrituras durante este tiempo, sí sabemos que Dios ya había hablado muchas leyes, decretos, profecías y más. Esto era más que suficiente para dictar cómo debían vivir y adorar a Dios los judíos, pero en los años entre el final del Antiguo Testamento y Juan el Bautista, los judíos no obedecieron a Dios y otras naciones finalmente obtuvieron el control sobre Israel.

En la actualidad, comprender que Dios habla es vital para la vida de cualquier seguidor de Cristo. Pero, ¿cuál sería su respuesta si Dios dejara de hablarle? ¿Su respuesta sería similar a la de los judíos? ¿O administrarías conversaciones pasadas que tuviste con Dios, escrituras, profecías y más para dictar cómo viviste y lo adoraste?

Muchas veces, no administramos bien la conversación con Dios porque creemos que no lo escuchamos hablar o no nos detenemos lo suficiente para escucharlo. A medida que crecemos en la conexión con Dios a través de la conversación, debemos aprender a valorar Su voz, sin importar cuándo o cómo se hable. Si Él ya habló una vez, debemos tomarlo como si estuviera hablando ahora y administrar Su voz intencionalmente.

ORACIÓN

Señor, ¡gracias por hablarme! Nunca quiero olvidar lo que has dicho sobre mi vida y la de los demás. Enséñame a administrar Tu voz intencionalmente. Que nunca me familiarice con cómo y cuándo hablas. Amén.

APLICACIÓN

• ¿Recuerdas las palabras proféticas anteriores sobre ti?
• ¿Se han hecho realidad esas palabras proféticas?
• ¿Cómo administraste esas palabras?
• ¿Cómo puedes aprender a administrarlos con más intención la próxima vez?