Afilando mi espadaMuestra

En primera de Tesalonicenses capítulo 2, Pablo defiende la sinceridad de su ministerio entre los creyentes de Tesalónica. Él recuerda cómo, a pesar de haber sido maltratado y haber enfrentado oposición, proclamó el evangelio con valentía. Pablo señala que no actuó por ambición ni interés personal, sino por un profundo amor por los creyentes. Compara su trato con ellos al de una madre que cuida tiernamente de sus hijos y al de un padre que exhorta a su familia a caminar de manera digna ante Dios.

Durante esta lectura, considera el amor sincero y sacrificado que Pablo expresa hacia los creyentes de Tesalónica, un amor que lo llevó a compartir el evangelio con valentía, a pesar de las dificultades.

Este pasaje nos invita a reflexionar sobre nuestras motivaciones cuando servimos a los demás. ¿Lo hacemos con pureza de corazón, como Pablo, o buscamos reconocimiento y beneficios personales? El apóstol se entregó por completo al bienestar espiritual de los tesalonicenses, con un amor genuino y desinteresado.

También nos desafía a pensar en la influencia que tenemos sobre otros. ¿Estamos cuidando de aquellos a quienes Dios nos ha confiado con ternura y dedicación? El ministerio no es solo predicar, sino acompañar, exhortar y cuidar espiritualmente. Preguntémonos: ¿Qué tipo de impacto estamos teniendo en los demás con nuestro testimonio? ¿Reflejan nuestras acciones un servicio sincero que glorifica a Dios y edifica a otros?