Afilando mi espadaMuestra

Continuando con nuestra lectura, en la segunda carta a los Corintios, capítulo 5, Pablo expone la esperanza y la certeza que tienen los creyentes sobre la vida eterna. A través de la metáfora de la casa, describe nuestro cuerpo como una tienda temporal, que un día será reemplazado por una vivienda eterna en el cielo. Esta esperanza nos impulsa a vivir en función de lo que vendrá, y nos recuerda que, aunque enfrentamos sufrimientos y aflicciones, tenemos la promesa de un futuro glorioso. Además, Pablo enfatiza la importancia de ser embajadores de Cristo, llevados por el amor de Dios para reconciliar a otros con Él.

Al meditar en este capítulo, descubre cómo Pablo nos desafía a vivir con la esperanza de la vida eterna, motivados por el amor de Cristo y nuestra misión de reconciliar a otros con Él.

Pablo nos recuerda que, aunque nuestros cuerpos son frágiles y temporales, hay una promesa de renovación que nos espera. Muchas veces, nos quedamos atrapados en las preocupaciones y dificultades de la vida diaria, pero al mirar más allá de lo temporal, encontramos la libertad para vivir con propósito. La comparación del cuerpo con un tabernáculo nos invita a reflexionar sobre cómo vivimos en este mundo. ¿Estamos cuidando de nuestro tabernáculo o permitiendo que las distracciones y las preocupaciones nos hagan olvidar que somos más que lo que vemos?

Pablo también nos llama a ser embajadores de Cristo. Esta imagen implica responsabilidad. Como representantes de Su reino, tenemos el poder de influir en la vida de quienes nos rodean. Cada interacción es una oportunidad para compartir el amor de Dios y la esperanza de reconciliación. ¿Estamos aprovechando esas oportunidades? La vida eterna que hemos recibido no solo es para nosotros; estamos llamados a compartirla.