Afilando mi espadaMuestra

Pablo en 1 Corintios, capítulo 11, aborda dos temas importantes en la vida de la iglesia: el orden en el culto público y la Cena del Señor. En la primera parte, habla sobre el papel de hombres y mujeres dentro de la iglesia, haciendo énfasis en el respeto mutuo y el orden al adorar a Dios. Luego, Pablo dedica una sección a corregir los abusos que se habían infiltrado en la celebración de la Cena del Señor, recordando a los creyentes el verdadero propósito de este acto sagrado. La Cena del Señor es un recordatorio constante del sacrificio de Cristo y de nuestra unidad como cuerpo de creyentes.

Durante la lectura de este capítulo, observa cómo Pablo nos invita a vivir en orden y reverencia al adorar a Dios, recordando siempre el sacrificio de Cristo en la Cena del Señor.

Al hablar sobre la Cena del Señor, Pablo recalca que debemos examinar nuestros corazones antes de participar en ella, este examen personal es importantísimo para asegurarnos de que estamos viviendo en comunión con Dios y con los demás. No se trata solo de un acto externo, sino de una oportunidad para reflexionar sobre nuestra vida espiritual y pedir perdón por nuestras faltas.

La Cena del Señor también es un símbolo de unidad. En la iglesia de Corinto, los ricos se estaban adelantando a los pobres, causando divisiones. Pablo condena esta actitud y nos recuerda que, en Cristo, todos somos iguales. Este acto de comunión no debe dividirnos, sino unirnos más como cuerpo de Cristo.

Al meditar en este capítulo, podemos preguntarnos: ¿cómo estamos participando en el culto a Dios? ¿Nos acercamos a la Cena del Señor con reverencia y respeto, conscientes de su profundo significado? Que este capítulo nos inspire a acercarnos a Dios y a nuestra comunidad con corazones limpios y sinceros.