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Ayuda mi incredulidad: cómo vencer las dudas y aumentar la fe

DÍA 2 DE 7

Creer en Dios vs. creerle a Dios

Aceptar el sacrificio de Jesús y el mensaje del Evangelio es una cosa, pero creerle a Dios y confiar en su Palabra en nuestro caminar diario es otra. Podemos elegir adoptar principios bíblicos en nuestra vida fácilmente, pero a lo mejor luchamos para creerle en asuntos específicos de nuestra vida. Por ejemplo, en áreas como nuestras relaciones, salud, sueños, metas y finanzas.

Creerle a Dios no es creer que Él va a contestar todo lo que le estoy pidiendo. Es creer que cuando no contesta como yo quiero, su amor, soberanía, Palabra y atributos continúan siendo reales y que lo que hace, o permite que nos hagan, puede obrar para bien. Que Él es suficientemente poderoso para mantener al mundo girando, y suficientemente personal para escuchar aun mis suspiros.

¿Cómo demostramos no creerle a Dios?

Esta incredulidad, ya sea oculta o expresada, puede permear y alterar áreas de nuestra vida si se deja desatendida. Mis reacciones a diversas situaciones y problemas, cómo vivo y mis decisiones son todas expresiones externas de lo que creo sobre Dios y si le creo o no a Él.

Por ejemplo, si yo sé que para Dios la obediencia es más importante que los sacrificios (1 Sam.15:22), sin embargo continúo viviendo en pecado en cualquier área de mi vida, muestro, en esencia, que no creo que su palabra es verdadera, que sus mandamientos son para mi bienestar y que, de hecho, cosecharé lo que estoy sembrando.

Puedo ir a la iglesia todo lo que quiera, pero si eso no afecta mi obediencia y mi toma de decisiones, estoy revelando que en el fondo lo que verdaderamente creo es que Dios NO me cela, que Él NO sabe lo que me conviene y que yo realmente NO he decidido seguirle pase lo que pase.

Por otro lado, cuando en mi vida me encuentro en el hoyo de “esto nunca va a cambiar”, mi incredulidad sale a la luz claramente. Me demuestra que realmente no estoy creyendo que Dios es un buen padre, porque no espero nada de Él. Es como si creyera que un día Él va a decidir, “Bueno, ya me cansé de ser bueno con ella. Que se resuelva como pueda”. Algo que yo, como madre pecadora e imperfecta, no puedo imaginarme pensando sobre mis hijas, pero que de algún modo imagino que Dios, que es AMOR, ¿puede sentir hacia mí (Lc.11:13)?

Cuando alguien me hace daño y me lleno de temor, ¿estoy olvidando que Dios dice en Isaías 54:17 que “ninguna arma forjada contra ti prosperará”? Entonces, ¿realmente estoy creyendo en sus palabras? Si soy honesta, no, no lo estoy. Esta es mi lucha. No solo necesito leer su Palabra, sino que debo internalizarla y hacerla parte de mi pensamiento continuo. Por eso Pablo dijo que debemos transformarnos “por medio de la renovación de nuestro entendimiento, para así comprobar cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Rom.12:2).

Pero, ¿cómo puedo creer en aquello que desconozco? Si no sé qué Dios dice en su Palabra, ¿cómo puede eso moldear mis creencias? Primero, debo conocer sus palabras, luego, aplicar sus palabras.

Si desconozco sus promesas, ¿cómo puedo declarar esas promesas sobre mi vida? Lo cierto es que debo conocer y aplicar sus palabras para que mi vida no sea una marcada por desesperación, incredulidad y derrota.

¿En qué otro lugar podemos hallar eso? ¿Qué otras palabras pueden provocar tal transformación? ¡Ningunas otras! Sólo su palabra es viva y poderosa, y eso debería ser motivación suficiente para desear conocerla. Sin embargo, mi naturaleza humana tiende hacia la vagancia, hacia depender de lo que oigo en alguna predicación, o del versículo del día en una aplicación móvil.

Pero para realmente experimentar el poder transformador de su Palabra en nuestras vidas, debemos pasar tiempo leyendo y memorizando las Escrituras. Esto también alimenta nuestra fe en Él. Desconocer su Palabra es una de las razones principales por las que dudamos pero, ciertamente, no la única.

Mañana veremos algunas razones adicionales por las cuales podemos experimentar incredulidad.

Para meditar

  • ¿Algunas de mis acciones revelan que no estoy creyéndole a Dios, a pesar de creer en Dios?
  • ¿Estoy estudiando su Palabra con frecuencia?
  • ¿Dedico tiempo para meditar en lo que dice su Palabra y aplicarla a mi diario vivir?
  • ¿Creo que Dios quiere bendecirme o pienso que a otros sí, pero a mí no?

Oración

Padre, gracias por tu Palabra. Gracias que nos dirige a toda verdad y nos ayuda a combatir las mentiras de este mundo y el enemigo. Te pido que crees hambre y sed en mi vida por tu Palabra. Que sea mi deseo conocerla y que ella sea una luz para mi vida y camino. En el nombre de Jesús, amén.

Día 1Día 3

Acerca de este Plan

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Nos gustaría agradecer a Apertura812 por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://karenlie.wixsite.com/apertura

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