Una vida de intimidad con DiosMuestra

Son salvos, pero no comparten
“Del Edén salía un río para regar el huerto...”, Génesis 2:10 (LBLA).
En el Edén corría un río cuyas aguas suministraban vida, alegría y paz a quienes vivían allí, Salmo 36:8, 46:4. Adán y Eva disfrutaron de las aguas benéficas del río de la creación hasta el día en que pecaron. En su infinita bondad Dios puso en marcha un nuevo plan para que sus hijos volvieran a disfrutar los beneficios de aquel río sagrado: “Hizo que de la roca brotaran corrientes de agua, ¡y que el agua fluyera como un río!”, Salmo 78:16 (NTV). Ese era el río de la redención. Un río que brotaba de la roca manantial que era Cristo: “...Todos... bebieron... el agua que brotaba de una roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo”, 1ª Corintios 10:3-4 (BLA). La gran noticia es que de esa Roca sigue fluyendo agua de vida eterna: “¿Alguien tiene sed? Venga y beba... Vengan, tomen... ¡es todo gratis!”, Isaías 55:1 (NTV). Nosotros podemos beber de esa agua que provee vida en abundancia. ¡Hasta que Jesús no entre en nuestra alma ésta seguirá tan insaciable como el sepulcro; pero después será una copa que rebosa!
Hunde tu balde en el pozo si tienes sed y, si tu sed se vuelve insaciable, pon el pozo mismo en tu boca y sigue bebiendo, Juan 4:14. Vayamos a Cristo y saciemos nuestra sed. Él nunca se ofenderá si tomamos demasiado.
“El que tenga sed, venga a mí. Ríos de agua viva brotarán del corazón de los que creen en mí...”, Juan 7:38 (TLA). Aquí encontramos el río de la bendición. Este río mana del mismísimo Jesucristo y el lecho por el que pasa es el corazón del creyente. Somos el canal por donde las aguas refrescantes y salvíficas del Evangelio fluyen en beneficio de la humanidad. Ríos de agua viva corren a través de los creyentes cuando estos comparten el evangelio.
No dejes que el canal por donde Dios manifiesta su amor a este mundo perdido se estreche y que el río de su gracia se convierta en un hilito que ya no sirva para ti ni para los demás. La gente se va al infierno y es nuestro deber advertirles que la única esperanza está en Cristo. El tiempo se acaba. El evangelio es eterno, pero no tenemos una eternidad para anunciarlo. La vida es demasiado corta y el infierno está demasiado caliente como para jugar a la iglesia. ¡Entusiasmémonos con Jesús, tanto que no podamos dejar de hablar de Él!
Acerca de este Plan

Cada día es una oportunidad para experimentar la presencia del Señor. Dios mismo es quien te extiende la dulce invitación para el encuentro santo: "Mi corazón te ha oído decir: «Ven y conversa conmigo». Y mi corazón responde: «Aquí vengo, SEÑOR»" (Salmo 27:8).
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Nos gustaría agradecer a José Luis Cinalli - Silvia López de Cinalli por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://iglesiadelaciudad.com.ar/
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