SeguroMuestra

Caminos equivocados

Podemos tomar caminos equivocados que nos alejan de la gracia. Por ejemplo:

● Esperamos un éxito instantáneo. Olvidamos que el discipulado requiere tiempo. Hacemos concesiones a los no creyentes, pero en nuestras iglesias queremos personas que ya sean maduras. Sin embargo, todos estamos en el desordenado proceso del crecimiento. Si no hay desorden, no necesitamos la gracia.

● Cómo reaccionamos ante el pecado y la confesión. Nuestras reacciones ante el pecado y las confesiones muestran la cultura que tenemos como iglesia. ¿Reaccionamos con conmoción o con arrogancia? ¿Clasificamos los pecados o los hábitos, tratando algunos con severidad e ignorando otros? Tales reacciones no conducen a la gracia.

● Actuamos como si el cambio fuera sencillo. Damos a las personas que luchan contra el pecado unos versículos para que los lean, les decimos que oren y los animamos a dejar de pecar. Si sólo eso se necesitara, nadie lucharía contra el pecado. ¿Cuántos han leído, orado, intentado dejar de pecar y luego han vuelto a pecar? Cuando actuamos como si el cambio fuera sencillo nos basamos en el rendimiento, no en la gracia.

● Disciplina eclesiástica severa. Carecemos de gracia cuando enfatizamos el castigo (pagar para aprender una lección) en lugar de la restitución (pagar a los que fueron agraviados). Nuestro propósito debe ser restaurar al creyente hacia la plena comunión.

● Temas tabú. Cuando hay cosas de las que nadie habla, ni desde el púlpito ni en grupos pequeños, comunicamos que no sabemos cómo tratar esos temas o que la gracia de Dios no se extiende a ellos. ¿De qué no hablas? ¿Estás apaciguando, evitando o intentando actuar como si el tema no existiera? ¡Eso no es gracia!

Solo cuentas historias felices. Al sugerir que Dios arregla todos los problemas, cura todas las enfermedades y restaura todos los matrimonios, comunicamos que, si los problemas persisten, es que algo anda mal en nosotros. Dios actúa, pero no siempre como nos gustaría. La cultura de la gracia permite contar historias de lucha para animar a los que están luchando.

● Honrar el producto acabado y no el proceso. Las personas dotadas para la predicación y la música deben utilizar esos dones, pero ¿hay sitio en tu iglesia para los que aún están aprendiendo? ¿Pueden servir solo cuando son «lo suficientemente buenos»?

● Replicar la disfunción. Muchos de nosotros dirigimos copiando lo que aprendimos en nuestra familia de origen, tanto lo bueno como lo malo. Pero la Iglesia está destinada a ser una familia nueva y sana que puede reeducarnos en la resolución de conflictos, la sexualidad y la gestión del dolor.

● Una visión errónea de la transformación. Si nuestro enfoque principal de la transformación consiste únicamente en predicar y enseñar, la gracia será limitada. El conocimiento envanece, mientras que el amor edifica (1 Corintios 8:1). La gracia se experimenta en las relaciones amorosas y sanas.

Si estás en el camino equivocado, todo tu esfuerzo y deseo no te llevarán a un lugar mejor. Para cultivar una cultura de gracia, reconoce el camino defectuoso, da media vuelta y dirígete hacia el correcto.