Cristo Sé MagnificadoMuestra

«Si termino en el fuego, tendré gozo, allí estás Tú. No me guían emociones, solo sigo la verdad».

¿Alguna vez te has preguntado qué pasaba por la mente de Sadrac, Mesac y Abednego mientras el rey Nabucodonosor encendía el horno de fuego? ¿Te imaginas la cantidad de fe y confianza que tenían en el Señor para ser arrojados al fuego?

Estos judíos se negaron a inclinarse y adorar la estatua de oro, lo que enfureció al rey Nabucodonosor y exigió que los arrojaran al fuego. Los tres hombres le respondieron: «Rey Nabucodonosor, no necesitamos defendernos ante ti en este asunto. Si somos arrojados al horno ardiente, el Dios a quien servimos puede librarnos de él, y nos librará de la mano de su Majestad. Pero incluso si no lo hace, queremos que sepa, Su Majestad, que no serviremos a sus dioses ni adoraremos la imagen de oro que ha levantado».

Esto realmente molestó al rey Nabucodonosor y ordenó calentar el horno siete veces más de lo normal y arrojar a Sadrac, Mesac y Abednego en el horno ardiente

De repente, vieron a cuatro hombres caminando en el fuego, ya no atados y dijeron: «El cuarto parece un hijo de los dioses». Cuando Nabucodonosor vio esto les ordenó salir junto con «el Dios Altísimo» para salir.

Aun en nuestras pruebas más preocupantes, esta historia muestra que el Señor siempre está cerca y siempre está a nuestro lado. La respuesta de Sadrac, Mesac y Abednego al rey es algo que podemos admirar. Tenían una confianza expectante en que se haría la voluntad del Señor. Dijeron que Dios nos librará de la prueba, pero incluso si no lo hace, no nos inclinaremos porque nuestro Dios es más grande.

Ahora piensa en un momento en el que fuiste intimidado, burlado o juzgado por hablar de Jesús en tu comunidad, y si no lo has hecho, recuerda esta historia en Daniel. ¿Recuerdas cómo te sentiste? Puede que no hayas sido arrojado a un horno de fuego, quizás perseguido por las palabras. Trate de llevar la fidelidad que tenían los judíos a nuestra vida cotidiana y no inclinarnos ante los ídolos porque otros lo hacen, sino para mantenerse firme en lo que creemos. ¡Qué Cristo sea magnificado!