Cristo Sé MagnificadoMuestra

«No me inclino al mundo, seré firme al adorar».

¿Puedes pensar en un momento en el que estabas tan obsesionado con un artículo, una persona o incluso un lugar? ¿Ese sentimiento superó tus emociones, pensamientos y cautivó tu atención?

Es un concepto interesante de cómo podemos obsesionarnos con alguien o algo que comenzamos a idolatrar tanto que nos quita los ojos de Jesús.

El libro de Éxodo da una gran descripción de lo que Dios declaró claramente en los Diez Mandamientos. En Éxodo 20: 4-6 dice: «No te hagas ningún ídolo, ni nada que guarde semejanza con lo que hay arriba en el cielo, ni con lo que hay abajo en la tierra, ni con lo que hay en las aguas debajo de la tierra. No te inclines delante de ellos ni los adores. Yo, el Señor tu Dios, soy un Dios celoso. Cuando los padres son malvados y me odian, yo castigo a sus hijos hasta la tercera y cuarta generación. Por el contrario, cuando me aman y cumplen mis mandamientos, les muestro mi amor por mil generaciones».

En los días del antiguo Israel, había mucha tentación de adorar objetos y dioses materialistas. Nuestro Dios es un Dios celoso, la palabra celoso en este contexto es que Él está celoso de lo que le pertenece. Dios quiere nuestra adoración. En Romanos 12, Él nos llama a ofrecernos a nosotros mismos como un sacrificio vivo.