HumilladoMuestra

Si quieres estar siempre preparado para la batalla, debes humillar tu corazón delante de Dios. Hace treinta y tres años atrás, justo después de nacer de nuevo, recibí el bautismo del Espíritu Santo. De una forma sobrenatural, comencé a ver las necesidades de las personas, y un profundo sentimiento de dolor y compasión llenó mi corazón.

El Espíritu Santo me llevó a profundas etapas de oración. Pasaba la mayor parte del tiempo llorando delante de la presencia de Dios, clamando por las personas que veía en gran necesidad.

Recuerdo esas oraciones como si fuera hoy. Aunque no entendía del todo, porque estaba recién convertido, pasaba mucho tiempo a los pies de mi cama llorando y clamando, hasta el punto de dejar las sábanas empapadas por las lágrimas que derramaba delante del Señor.

Así que pasó un largo periodo de tiempo solamente de oración, lloro y gemir por la latente necesidad de las personas. Fue en ese lugar, humillado y rendido en la presencia de Dios, donde Él comenzó a mostrarme que había algo muy importante que podía hacer por esas personas que tenían una necesidad tan grande. Entonces entendí el secreto de humillarse, comprendí la clave de la rendición, de clamar y gemir delante de la presencia de Dios.

Esa sincera humillación de corazón permitió que el plan de Dios fuera revelado para mi vida y mi familia; algo que yo nunca hubiera imaginado. Desde ese lugar de humillación, Él comenzó a concebir un claro propósito que cambiaría el curso de este empresario para siempre.

Una verdad maravillosa y reveladora en un tiempo de gran necesidad de ver cielos abiertos. Humillarnos es la manera, rendirnos delante del Rey de reyes sabiendo que no somos nada en nosotros mismos, que lo necesitamos a Él y anhelarlo, que queremos seguir Sus pasos y llevarlo a un mundo que gime de dolor.

Para ganar la batalla, debemos humillarnos delante de Dios intercediendo por otros.