HumilladoMuestra

Jesús volteó la realidad de la condición humana. Desde Adán hasta el día que Jesús entregó Su vida, la humanidad permaneció esclavizada a Satanás debido al pecado. Tras ser expulsado del jardín del Edén, el hombre perdió todos sus privilegios, siendo el mayor de ellos caminar con Dios. Después de pecar, la humanidad no pudo entrar en la presencia de Dios excepto por medio de sacrificios. Satanás le robó a Adán algo que sabía que era fundamental para vivir una vida llena de paz y gozo: una relación con Dios, poder caminar con Él, hablar con su creador cara a cara.

De ahí el valor de lo que Jesús recuperó. Él nos elevó al estatus original. Su sacrificio nos devolvió el gran privilegio de caminar de nuevo con Dios, en cualquier momento y en cualquier lugar, así como Adán y Eva hacían en el principio.

Dios está con nosotros. Ya no hay más barreras que nos separen, ni límites, ni nada ni nadie que pueda impedir nuestra relación con Dios. Podemos conversar con Él en cualquier momento y en cualquier lugar. Podemos contar con Su ayuda dondequiera que estemos. Jesús derribó todo lo que nos separaba de Dios. Ahora, en Jesús, hay un camino abierto para todos. Entremos por ese camino para vivir una vida victoriosa.

Algo maravilloso que Jesús recuperó del diablo mediante Su sacrificio es la autoridad que él le robó al hombre. La autoridad ahora le pertenece a la Iglesia. Todos los que creen, los que son hijos de Dios, los que caminan con Él y van de Su mano, son receptores de esta valiosa autoridad. Jesús recuperó lo que nosotros perdimos por el pecado, y se lo entregó a Su Iglesia.

La autoridad que la Iglesia ha recibido como Cuerpo de Cristo es mucho mayor que cualquier cosa que podamos imaginar, porque el infierno mismo no pudo prevalecer contra ella.

En la unidad del Cuerpo de Cristo encontramos la autoridad más grande que hará sucumbir al mundo de las tinieblas. Cuando nos ponemos de acuerdo, podemos sujetar cualquier cosa que domine el mundo espiritual para cambiar la realidad en el ámbito de este mundo. Tenemos la autoridad de atar al diablo y todos sus ejércitos y de liberar las abundantes bendiciones sobrenaturales de Dios sobre nuestras vidas.