Ser Visto: Sanando la desesperación y la ansiedad a través de la conexión Muestra

Habla vida

Nuestras palabras son poderosas. Podemos ser rápidos para hablar la vida y proclamar la verdad, pero cuando encontramos las palabras adecuadas, se crea un espacio para la verdad. Cada uno de nosotros necesita personas en nuestras vidas que nos hablen vida, que nos recuerden lo que es verdad y nos alienten con palabras positivas. Las palabras que dan vida edifican el alma.

Regresando al capítulo 11 de Juan cuando Jesús levanta a Lázaro de la tumba, Jesús no solo hizo un milagro; ¡Se presentó, vio a los que estaban sufriendo, escuchó y habló vida! No solo las palabras vivificantes que finalmente harían que el cuerpo de Lázaro despertara de la muerte, sino que habló palabras de esperanza.

Jesús le dijo a Marta: “Tu hermano resucitará”. Cuando Jesús está, siempre hay esperanza.

Debido al aluvión de voces críticas y acusatorias que resuenan a nuestro alrededor, es importante decir constantemente palabras de afirmación a quienes están heridos, desesperados o experimentando ansiedad. Nuestros cerebros necesitan escuchar muchas más palabras que dan vida para contrarrestar las negativas, debido a nuestro cableado natural llamado sesgo de negatividad. El cerebro es como el estómago de esta manera. El cerebro procesa las palabras negativas como el estómago procesa el azúcar. Rápido y directo a nuestras cinturas. Mientras que, por otro lado, la fibra se procesa lentamente y sus beneficios no siempre se ven de inmediato. Las palabras positivas son así para quienes están desesperados y experimentan ansiedad. Se procesa lentamente, pero son vitales para la curación.

Piensa en las palabras que te dices a ti mismo y en las cosas que les dice a los demás. ¿Están llenas de vida y esperanza? ¿O están llenas de negatividad?

Recuérdales:

● Eres un hijo de Dios (Juan 1:12).

● Eres amado (1 Juan 4:9).

● Tienes un propósito (Efesios 1:9, 3:11).

● No estás solo (Hebreos 13:5).

● Eres temible y maravillosamente hecho (Salmo 139:14).

● Eres victorioso (1 Juan 5:4).