No Compres La MentiraMuestra

Compramos la mentira cuando no valoramos los regalos que Dios nos dio

Volviendo a la historia de Esaú, en el versículo 32, vemos que en medio de su cansancio y hambre se cuestiona: “¿De qué me sirven ahora los derechos de primogénito?”.

Puede ser que tú también te lo estés preguntando: “En medio de la circunstancia en la que estoy viviendo, ¿de qué me sirven las promesas de herencia que Dios me dio? ¿de qué me sirven sus dones, si me falta tanto en la vida?”. Cuando tenemos esta mentalidad, compramos la mentira porque no valoramos los regalos que Dios ya nos dio.

Muchas veces, nos enfocamos en que no tenemos algo, en lugar de valorar las cosas que sí tenemos. Tal vez pensamos como Esaú: “Dios me dio la primogenitura y la bendición que eso trae, pero ahora me falta un plato de guiso”. Y por una mentira, terminamos vendiendo los regalos que Dios nos dio y desviados del camino o plan preparado por Dios para nosotros. 

Recuerdo un viaje que hice hace un tiempo a Uganda con varios pastores del continente para visitar proyectos de Compassion. La pobreza que se vive ahí es extrema. En uno de los proyectos, un pastor local se puso de pie y compartió una palabra súper inspiradora. Era un pastor muy pobre. Y comenzó a hablar de cómo su copa se desbordaba de bendiciones. Al final de su mensaje, nos acercamos a él para saludarlo, y un amigo le dijo: “Te tengo que hacer esta pregunta: sé cómo viven, veo la condición pobre que tienen, ¿Cómo puedes pararte con una sonrisa en tu rostro y decir que tu vida desborda de todas las bendiciones de Dios?”. Y este pastor le respondió: “Tengo arroz para mi familia y para darle a mi vecino. ¿Qué más necesito?”.

Muchos de nosotros compramos la mentira de que “si tengo más, seré feliz”, y no valoramos lo que tenemos en la mano. Nos acostumbramos a eso que tenemos. A Esaú le pasó con su primogenitura. Por eso la pudo vender por un plato de guiso. 

No nos podemos acostumbrar a: nuestra familia, nuestra casa, un plato de comida en la mesa, ropa para vestirnos y calzado para nuestros pies. Cuando nos acostumbramos a eso que antes era un privilegio lo empezamos a ver como un derecho y vivimos como fariseos. 

Te animo a vivir tu vida con asombro, valorando lo pequeño y lo grandioso que Dios ha puesto en tus manos.  

Oración: Padre, te doy gracias por todo lo que tengo. Te pido perdón si no supe valorarlo. Ayúdame a realmente valorar las cosas que me diste, a no familiarizarme con ello y a siempre ser agradecido. Te agradezco porque mi copa desborda de tus bendiciones. En el nombre de Jesús, Amén.