¿Quién es el Más Importante en el Reino de los Cielos?

Por Pastor Dan Hickling

“Así que, cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos.”—Mateo 18:4 (RVR 1960)

Jesús es el mejor transformador de guiones. Nosotros nos creemos expertos en los asuntos de nuestra vida hasta que Jesús entra en escena y nos muestra que lo que pensábamos que era correcto, en realidad estaba totalmente equivocado.

Los evangelios están llenos de puntos centrales que nos llevan a transformar y recalibrar nuestra perspectiva, y uno de esos puntos se encuentra en Mateo 18:4. En el contexto, los discípulos, que han estado al lado de Jesús por meses, empezaron a debatir cuál de ellos era el más importante para el Reino de Dios. Si somos honestos, todos podemos identificarnos con esto. Ya sea en una junta directiva, en el campo de juego, en el salón de clases, o tal vez hasta en la iglesia, el deseo de ser el mejor siempre está presente.

Sin duda alguna, los discípulos ya se habían hecho una imagen de cómo sería ser “el mejor”.... una imagen basada en los valores del mundo. Entonces Jesús transformó el guión que ellos habían escrito, trayendo a un niño pequeño hasta ellos, y básicamente les dijo “así es como luce la grandeza en Mi Reino”... Hasta se podía escuchar un alfiler caer al suelo mientras que en sus mentes había un torbellino.

¿Qué era lo que Jesús estaba tratando de decir? ¿Qué tiene un niño de grandioso?

Irónicamente, lo que los niños no tienen, es lo que los hace grandiosos. Ellos aún no llevan la maleta de autosuficiencia y orgullo que vamos adquiriendo con el pasar de los años. El texto Griego original indica que el niño aquí mencionado tenía como máximo dos años de edad. Un bebe de esa edad no tiene ninguna alusión de autosuficiencia ni de orgullo. No tiene nada de qué alardear y entiende perfectamente que necesita de sus padres para todo

¡Lo que Jesús les estaba enseñando a estos hombre era que para ser grandiosos en el Reino de Dios tenían que depender de Él para todo! Sin alardear ni presumir; sino siendo humillados ante la realidad absoluta de que ellos eran indefensos sin su Padre Celestial.

La misma verdad se aplica a nosotros también. Nuestra grandeza en el Reino de Dios se mide por nuestra humildad. Necesitamos crecer jóvenes para caminar con la misma humildad que tienen los niños, dejando atrás todo sentido de autosuficiencia para tomar la mano de nuestro Padre Celestial.