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El recuento de los dañosMuestra

El recuento de los daños

DÍA 5 DE 7

La abundancia de Dios

Una de las promesas más alentadoras de Dios para sus hijos, la declaró Jesucristo en Juan 10: 10b: "Mi propósito es darles una vida plena y abundante”.

Y entonces, es inevitable plantear estas interrogantes: ¿Actualmente consideras que hay abundancia en tu vida? En caso de no ser así, ¿cómo imaginas lo que es vivir en abundancia? ¿Qué te falta para lograr esa vida? 

Probablemente lo primero que se te vino a la mente para responderlas fue analizar tu situación financiera, y, casi con certeza, una gran mayoría habrá concluido que no está viviendo en abundancia. Quizás alcanzas a cubrir tus gastos y pagar tus cuentas mes a mes, y te sobra poco o nada. O tal vez estás atravesando una época donde los números están en rojo. En cualquier caso, la realidad es que gran parte se ubicará en el grupo de aquellos a quienes definitivamente no les sobra. Si ese es tu caso, espero que las siguientes líneas te ayuden a cruzar al grupo de los que viven en abundancia.

Cuando nos dejamos llevar por los afanes de este mundo, es natural que el temor se apodere de nuestra vida. Si colocamos nuestros ojos en nosotros mismos, con todas nuestras limitaciones, para velar por nuestro futuro, estamos actuando de la misma manera que los incrédulos que menciona Jesús en el libro de Mateo, dejando que la preocupación por acumular más, para asegurar un futuro para nosotros y los nuestros, se vuelva una prioridad. Y es entonces que empezamos a pensar que nada es suficiente, que si aún no hemos alcanzado la meta que nos hemos propuesto, no tenemos aún para compartir ni repartir a los demás. Poco a poco, la idea de que nuestra tranquilidad depende de lo que tengamos acumulado se vuelve una verdad para nosotros. 

Tener una mentalidad de escasez se refleja en nuestro comportamiento: somos escasos en nuestro tiempo, en nuestro dinero, con nuestros bienes, siempre inseguros, pensando que nada es suficiente, limitando la ayuda, el tiempo o la atención que puedo dedicarle a alguien más, pues estoy muy centrado en mis propias necesidades. 

Por el otro lado, en esa misma escritura, Jesús nos invita a cambiar nuestro enfoque, dejando de mirarnos a nosotros y poniendo nuestros ojos en Él, buscando primero su reino y su justicia, con la promesa que todo lo demás nos será añadido. 

En otras palabas, el Señor nos enseña que si en lugar de ver nuestras limitaciones y depender de nuestras fuerzas, decidimos confiar en Dios, entonces nuestro Padre será quien supla todas nuestras necesidades. Cuando nos abandonamos a esta verdad, el temor de que nos falte se transforma en agradecimiento de saber que Dios tiene más de lo que yo necesito. 

Tu fuente de ingresos no es tu trabajo, tu pensión, tu inversión o los intereses de tus ahorros (si los tienes). Si esa sería tu fuente, claro, hay algo de que preocuparse. Si la fuente falla estás en problemas. La verdad es esta: tu fuente es Dios y Él no falla.

Y entonces, nuestro comportamiento es completamente opuesto a lo que mencionábamos antes: estamos dispuestos a dar nuestro tiempo, nuestro servicio, nuestro dinero, nuestros talentos, para el beneficio de alguien más. Vivimos por y para los demás, así como Jesús nos enseñó y eso es vivir en abundancia.

Ana Aramayo
Misiones digitales YVT - Jazôn

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Acerca de este Plan

El recuento de los daños

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