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El recuento de los daños

DÍA 2 DE 7

Restaurando quién eres

Recuerdo aquella noche frente al espejo del baño. Miraba fijamente mi rostro sin lograr reconocer mi reflejo. Ya me había ocurrido antes, pero no con el impacto que esta vez se generó en mi interior. Confundida y desesperada, repetía la misma pregunta: ¿Quién soy? 

Para ese tiempo, llevaba unos cuantos años de haber recibido a Cristo en mi vida, leía la Biblia diariamente y había memorizado varios versículos que bendecían cada instante de mi caminar con el Señor. Sin embargo, era obvio que había pasado por alto aquella pregunta, hasta esa noche.

A todos, en algún punto de nuestras vidas, nos toca preguntarnos lo mismo, ya que conocer nuestra identidad es fundamental. No obstante, a veces nos cuesta diferenciar quién creemos ser de quién queremos ser y terminamos con una idea incompleta o equivocada acerca de nosotros mismos. 

A lo largo de nuestra vida, es probable que palabras y frases que hemos escuchado, creído y aceptado como verdades indiscutibles, nos hayan causado heridas muy profundas en el alma y en el espíritu, alterando por completo la visión que tenemos de nosotros mismos. Haciendo un recuento de daños, probablemente nos sintamos indignos, insuficientes, inaceptables e inseguros. Lógicamente, esta situación termina afectando la manera en la que nos acercamos a Dios, pues tenemos la idea equivocada de que Él nos habla con la misma severidad y dureza de nuestra propia voz interior.

No fue sino hasta que me propuse escuchar quién dice Dios en su Palabra que soy que su verdad comenzó a revelarse en mi vida. A fin de cuentas, ¿quién mejor que el propio Creador para responderme? 

En un principio, puede tomar algo de tiempo aceptar ese nuevo “yo” que describe la Biblia, pues nuestras imperfecciones, desde las que nos avergüenzan hasta aquellas más insignificantes, gritan a coro cuán indignos somos. Pero, te aseguro que pasar tiempo meditando en la Palabra tiene un efecto transformador y liberador. La voz de la condenación se va haciendo más pequeña y luego llega Dios que te dice que le perteneces, que Él es tu Padre y te ama.

Comprender y asimilar que somos hijos de Dios, amados por el Todopoderoso y que somos cercanos a Él, gracias a la obra de Cristo en la cruz, cambia totalmente nuestra identidad. Ya no somos aquello que nos repitieron constantemente durante años; tampoco somos aquellos quienes creíamos que debíamos ser; y, aunque a veces las voces vuelvan, pretendiendo recordarnos esas ideas equivocadas, Dios en su infinito amor, y por medio de su Espíritu, nos llevará a preguntarle directamente: ¿Quién soy? Entonces, una vez más, traerá amorosamente la respuesta: “Yo te escogí, te llamé, me perteneces, ahora estás unido a mí; eres obra maravillosa de mis manos; eres libre de condenación”.

Todo esto y mucho más te dice hoy Dios. ¡Ábrele tu corazón y descúbrelo en su Palabra! Habla con tu Padre, deja que su verdad entre hasta lo más profundo de tu ser mientras Él mismo te revela quién eres tú.

María Teresa Valda
Ministerio de música - Jazôn

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Acerca de este Plan

El recuento de los daños

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