Las preeminencias del amor ágapeMuestra

El amor prevalece, no se rinde

“Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”. El amor cubre, protege, pasa por alto las ofensas y faltas. “Y ante todo, tened entre vosotros ferviente amor; porque el amor cubre multitud de pecados” (1 Pedro 4:8). No se trata de que deje pasar el mal y el error, ni ceder a la maldad o deseos pecaminosos del otro; sino que combate la maldad y el error con agresiva benignidad. 

El que tiene verdadero amor enseña, exhorta, amonesta y corrige el mal. Practica la disciplina. La actitud pasiva, negligente, indiferente o de resignación hacia el mal no constituye una verdadera expresión de amor hacia alguien. El amor se moviliza para procurar el bien de la persona, conforme al mandato de Jesús: Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas (Mateo 7:12).

El amor se expresa en confianza hacia los otros (no es simple credulidad). Cree lo mejor y no lo peor acerca de ellos. También espera lo mejor, espera que crezcan para hacer los cambios que deben hacer.

El amor no se quiebra ni se rinde fácilmente. El amor permanece sin derrumbarse. El amor sigue adelante con perseverancia y coraje. El amor no se vence ni caduca. El amor sobrevive a todo. 

1 de Corintios 13 también nos dice que el amor es capaz de sufrir, creer, esperar y soportar (13:7) por el bien de la justicia. El amor todo lo sufre en aras de la justicia; también el amor todo lo cree, no es incrédulo ni desconfiado. Además, el amor todo lo espera, por su confianza creciente y segura en las promesas del Señor. Finalmente, el amor todo lo soporta, lo que describe a una persona perseverante en medio de las pruebas y, generalmente, se traduce como paciencia, pero no en el sentido de makrozumía que es la paciencia con las personas, sino la paciencia con las pruebas y circunstancias adversas que le ayudan a no abandonar la esperanza en Dios. Por tanto, el verdadero amor posee todas aquellas grandes virtudes que reflejan la justicia de Dios. 

El amor nunca se extingue: no termina, no tiene fin, no se acaba. Es eterno.