Las preeminencias del amor ágapeMuestra

El amor practica el buen carácter (la buena disposición)

El amor “no se enoja fácilmente, no guarda rencor”. Del griego Paroxúno que significa exasperar, enardecer; describe a una persona que es propensa a la ira, es decir, que se enoja fácilmente.  Literalmente, la expresión, significa “el amor no guarda recuerdo de cualquier mal que ha recibido”. El amor desecha las heridas del pasado en lugar de aferrarse a ellas.

El enojo es común en los seres humanos, y en el griego hay dos términos que se usan generalmente para referirse a este sentimiento. La primera palabra que aparece en el Nuevo Testamento es thymós que significa enojo, indignación, y cuyo sentido es la llama que enciende la paja seca que rápido se prende y rápido se extingue. La otra palabra es orgé que se traduce por venganza; no es la ira fugaz, sino duradera, y que se niega a perdonar. En este sentido, no es moralmente cuestionable el enojarse (thymós), sino el guardar rencor (orgé), o el lastimar al otro al enojarse. Lo moral no está en la emoción, sino en la acción.

El amor no pierde los estribos fácilmente. El amor no pierde la compostura. No se deja llevar por las provocaciones, y la ira no le domina; mantiene cortas las cuentas con el enojo. 

En ese sentido, practica la exhortación del apóstol Pablo a los Efesios (4:26): “No se ponga el sol sobre vuestro enojo”. En otras palabras: “no dejes que el enojo haga residencia permanente en tu corazón”, pues terminará convirtiéndose en rencor y resentimiento; pero el amor “no guarda rencor”, siéndole fácil soltar los agravios y ofensas. 

El que ama no puede estar enojado por mucho tiempo; olvida, perdona. No toma en cuenta el mal recibido para vengarse. No lleva las cuentas de las ofensas y agravios recibidos para poder recordarlas, a fin de buscar desquite y venganza. El amor desarrolla una actitud perdonadora y busca la reconciliación.