[Serie Libro de vida] Los verdaderos amigosMuestra

Nicodemo

Había un hombre llamado Nicodemo, quien era un líder religioso judío, de los fariseos. Una noche, fue a hablar con Jesús. Él reconoció a Jesús como un maestro enviado por Dios para enseñar al pueblo judío. Reconoció también las señales por medio de milagros ya que era la prueba visible que Dios estaba con Jesús.

Jesús mostró el amor de Dios a Nicodemo. Habló con él. Le dijo cosas espirituales profundas, le dijo que era necesario nacer de nuevo. Jesús habló esas cosas con Nicodemo porque era la mejor manera de mostrar el amor de Dios. El amor de Dios se manifiesta al mundo al dar a su único Hijo, para que todo el que crea en Él no se pierda, sino que tenga vida eterna. Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de Él. Jesús supo ser buen amigo de Nicodemo, al enseñarle estas cosas importantes para su vida.

Jesús enseña acerca del carácter

Cierto día, al ver que las multitudes se reunían, Jesús subió a la ladera de la montaña y se sentó. Jesús amaba enseñar las cosas que su Padre le dijo que enseñara.  Cuando sus discípulos se juntaron a su alrededor, Él comenzó a enseñarles lo que ahora conocemos como las bienaventuranzas. En realidad, son principios de vida que cada persona puede entender y vivir. Estas enseñanzas muestran el carácter que como hijos de Dios debemos tener.

• Dios bendice a los que son pobres en espíritu y se dan cuenta de la necesidad que tienen de él, porque el reino del cielo les pertenece. 


• Dios bendice a los que lloran, porque serán consolados. 


• Dios bendice a los que son humildes, porque heredarán toda la tierra. 


• Dios bendice a los que tienen corazón puro, porque ellos verán a Dios. 


• Dios bendice a los que procuran la paz, porque serán llamados hijos de Dios. 


• Dios bendice a los que son perseguidos por hacer lo correcto, porque el reino del cielo les pertenece. 

Cuánto amor y cuánta esperanza hay en esas palabras. Para ser amigos, vivamos estos principios de vida. Jesús los enseñó porque Él los vivía. No hubo ni habrá otro hombre tan humilde como Jesús.