El gran pastor de las ovejasMuestra

Oración por restauración del vigor espiritual

«Y el Dios de paz... os haga aptos en toda obra buena». La palabra griega del texto original, se define como ordenar, fundamentar, preparar, equipar, reparar y restablecer.

«Los capacite». Esto debe contrastarse con la palabra “teleio”, usada en el libro de Hebreos, que significa llevar a la plenitud, hacer perfecto. De manera que, era adecuado aplicar esta palabra a creyentes hebreos, que tenían una verdadera necesidad de ser advertidos en contra de la apostasía. Después de haber creído en el evangelio, habían encontrado oposición de parte de los judíos, y ahora tambaleaban en su fe. 

Ser aptos, es la obra del Espíritu que perfecciona nuestro carácter, y madura nuestra fe moldeando nuestra vida al diseño divino.

Esta oración no sólo resume la totalidad de la instrucción doctrinal de la epístola, sino también sus exhortaciones. Algunos creyentes hebreos, habían vacilado y caído; el apóstol ora aquí por su restauración. 

Una triste caída quiebra su comunión con Dios, y nada que no sea la mano del médico divino, puede reparar el daño. Esta oración es para todos, pues pide que Dios rectifique cada una de nuestras capacidades para hacer su voluntad, y que nos enderece para su servicio.

Todos los frutos de santidad, van en dirección a Dios, y los de justicia, en dirección a los hombres. Se requiere que amemos a Dios con todo nuestro ser, que seamos santificados en nuestro espíritu, alma y cuerpo, y que en todas las cosas crezcamos en Cristo. 

El objetivo que debemos alcanzar, es nada menos que la perfección, madurez, plenitud, desarrollo completo en «toda obra buena». Aunque en esta vida no podremos alcanzar la perfección en lo que se refiere a impecabilidad, lo que se demanda de nosotros es la perfección de nuestras almas, o sea la madurez de nuestro carácter en Cristo, ser perfecto es ser efectivo en los planes de Dios con nosotros, es decir, que lo intentemos honestamente, que nos esforcemos en su gracia por agradar a Dios. 

Renunciar a nuestros apetitos carnales, el sometimiento a Dios en las pruebas, y la práctica de una obediencia completa, siempre son deberes imperativos para nosotros, pero nos reconocemos incapaces de cumplir con dichas obligaciones; por eso, necesitamos orar continuamente, para recibir la gracia que nos capacita para llevarlas a cabo. No sólo dependemos de Dios, para iniciar nuestras buenas obras, sino también, para continuarlas. 

Pablo, dijo paradójicamente, que no era perfecto pero iba en camino de la perfección: «No es que ya lo haya conseguido todo, o que ya sea perfecto. Sin embargo, sigo adelante esperando alcanzar aquello para lo cual Cristo Jesús me alcanzó a mí. Hermanos, no pienso que yo mismo lo haya logrado ya. Más bien, una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y esforzándome por alcanzar lo que está delante, sigo avanzando hacia la meta para ganar el premio que Dios ofrece mediante su llamamiento celestial en Cristo Jesús».