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Día 2: ¡Tazas rotas!

¿Alguna vez has intentado pegar una taza rota? Es complicado, ¿verdad? Por mucho que lo intentes, nunca queda exactamente igual que antes.

Imagina a Dios como un artista increíble que trabaja con arcilla. Con sus manos expertas, moldea tazas preciosas, cada una con diseños y colores diferentes, ¡cada una especial! Nosotros somos como esas tazas: únicas, hermosas, coloridas y con un propósito.

Pero, ¿qué pasa cuando esas tazas se rompen? Se hacen pedazos y ya no se ven como antes. Intentamos arreglarlas nosotros mismos, pero el resultado a veces nos decepciona.

¿Por qué se rompen las tazas? A veces, por nuestras propias decisiones. Nos alejamos del Artista y queremos vivir a nuestra manera. Algunos chicos y chicas se arriesgan demasiado y se juntan con personas que no les hacen bien, tomando caminos peligrosos como las drogas, el alcohol, la pornografía o la violencia. Otros, aunque parezcan "estar bien", son deshonestos en la escuela, mienten o son perezosos.

Otras veces, las tazas se rompen por culpa de otras personas: palabras hirientes, maltrato físico, el abandono de un padre o una madre. El mundo en el que vivimos también causa dolor: enfermedades, muerte, injusticia, pobreza...

David, un escritor de la Biblia, compuso un poema sobre sus sentimientos al estar destrozado por los insultos. Estaba tan triste que pensaba que no había solución (Salmo 69:20). A veces, así nos sentimos nosotros por nuestros errores o por el daño que otros nos hacen: rotos, sin esperanza.

Pero aquí está la buena noticia: ¡el Gran Artista no nos ha abandonado! Él dice que está cerca de los que tienen el corazón roto y sana sus heridas (Salmo 147:3).

En las manos de Dios, incluso una taza rota puede tener una nueva vida. Acércate a Él y deja que te repare. Solo Dios puede darle sentido y propósito a esas partes rotas de tu vida.

Reto del día:

Piensa en tu vida como si fuera una taza. Dibuja una taza rota y escribe en los pedazos dos o tres cosas que te han hecho sentir "roto" o triste.

Oración del día:

Querido Dios, tú conoces mi corazón. Te pido que sanes mis heridas y perdones mis pecados. Quiero que me repares para ser la persona que tú quieres que sea. Amén.