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EL MESIAS/ PADRE ETERNO

“Será su nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno…” (Isaías 9:6).

“Padre justo, aunque el mundo no te conoce, yo sí te conozco… Yo les he dado a conocer tu nombre y seguiré haciéndolo. Así el amor con que me has amado estará en ellos, y yo mismo estaré en ellos” (Juan 17:21-26). Palabras del Mesías.

Saber nuestros antecedentes familiares y culturales, de dónde venimos, nos ayudará a desarrollar un fuerte sentido de quiénes somos en realidad. Conocer nuestro pasado nos hace entender nuestro presente. La ciencia sigue diciendo que la orfandad, crecer sin padres, sin referentes de identidad cierta, afecta duramente la salud mental.

Vemos en estos días que la sociedad anda perdida, sin identidad cierta. Nos han vendido que poder decidir quiénes somos es la libertad y el derecho con el que nacemos, pero nada es más erróneo, que eso. Es una mentira letal y vírica que contamina y mata poco a poco todo el cuerpo que conforma la humanidad.

El ser humano tiene un origen, un destino y un propósito. Dios lo creó desde el amor y para amar, dando frutos de amor que honrarían a su Creador. No fue un error ni un capricho. Fue el deseo de un corazón Paternal, que preparó de antemano un lugar para él, donde crecería, se desarrollaría, y cumpliría el propósito para el que fue creado. Dios lo capacitó para gobernar la tierra, servicio. Le ordenó que se multiplicase, transcendencia. Y le protegió de lo desconocido. Cuidado, no tener en cuenta esto nos hará buscar el amor en mil lugares equivocados con las consiguientes heridas en el alma y en la mente. Creado a imagen y semejanza de Dios, tenía todo lo que necesitaba; identidad, propósito, y pertenencia, ese era su destino, vivir eternamente con su Creador.

Pero escuchó la voz seductora de la mentira, y le creyó. Esto alejó totalmente al hombre de su Creador. La duda sustituyó a la confianza, la queja a la gratitud, la culpa a la libertad.

Pero el hombre seguía y sigue teniendo su diseño a imagen y semejanza de Dios su Creador. No reconocer su origen divino trastorna su identidad. ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿Para qué estoy en la tierra? ¿Cuál es mi destino y cuál el camino hacia él? Son las preguntas que se hace cualquier persona en su etapa de crecimiento, generalmente en su adolescencia, cuando se prepara para ser una persona adulta y madura e independiente. Pero no lo logrará si se empeña en negar sus orígenes. Si mantiene una actitud rebelde ante las continuas muestras de amor del Padre hacia él, buscará ser alguien importante, y relevante, fuera de su diseño. Lo cual nunca traerá la satisfacción y plenitud en el alma, que tanto desea.

Ser un buen padre y una buena madre para los hijos, es el anhelo de todo hombre y mujer, pero es necesario reconciliarse primero con Aquel que nos dio la vida, para poder ejercer una paternidad sana. De lo contrario lo que dejaran a sus hijos es el legado de suorfandad, maquillado y camuflado bajo un barato papel de regalo con el nombre de libertad. Libre es aquel que tiene quien le guarda las espaldas, quien le enseña a vencer, quien le provee todo lo que necesite en el camino hasta llegar a su destino. Libre es quien tiene un Buen Padre que le provee, le defiende y le dirige.

Dios dejó escrito: “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia” (Isaías 41:10).

Reconciliarnos con Dios pone en orden nuestro presente, da claridad a nuestro futuro, y nos revela su Paternidad. “No os dejaré huérfanos” son las palabras del Mesías antes de entregar su vida por ti y por mí.

No necesitamos inventarnos identidades, mutilar nuestros cuerpos, castigarnos emocionalmente porque nos sentimos incompletos, incapaces de cumplir con las expectativas de otros que nos importan demasiado. Incapaces de traer contentamiento a nuestro ser. Si tan solo nos permitiéramos escucharle, sabríamos diferenciar sus palabras ciertas y verdaderas, de las mentiras letales del diablo.