Manos ExtendidasMuestra

Salmos 22:9-10 PDT

"En el momento que salí del vientre de mi madre y ella me dio pecho, tú me hiciste sentir seguro. Has sido mi Dios desde el día en que nací; cuando salí del vientre de mi madre, fueron tus brazos los que me recibieron".

No hay mayor refugio que estar en los brazos del mismo Dios.

Sus manos son más grandes que yo, y así mismo en Su amor, nuestras vidas desde adentro hacia afuera le pertenecen a nuestro Dios.

Me llama la atención que en el Salmo 139:13 dice: “Tú poseíste mis entrañas”, la palabra entrañas es un término amplio que abarca lo físico y también lo emocional.

Cuando Dios nos formó tuvo en cuenta aun nuestras emociones y sentimientos, Él se aseguró que cualquier necesidad que tuviéramos, estuviera conectada con Él, es por eso que David dice en el versículo anterior: “Las tinieblas no me ocultan de ti”, porque hay vacíos, necesidades que son como huecos oscuros que necesitan ser llenos, pero David reconoce que su creador, su Dios, su Padre lo conoce, y conoce esa oscuridad también, Él sabe que las manos de Dios pueden llegar allí y llenar cualquier cosa.

Así como desde el vientre podríamos sentirnos seguros porque estábamos cerca del corazón de mamá, Dios nos hace ver que estamos cubiertos desde el vientre por Él (139:13).

Y que al salir y presentarnos en este mundo desafiante, no fueron cualquier brazo que nos recibió, porque los primeros brazos que nos recibieron fueron de Él.

En el Salmo 22 David está angustiado y él inspirado por el Espíritu Santo dice: "Fueron tus brazos los que me recibieron".

¿Sabes por qué? Porque la seguridad más grande ante cualquier circunstancia, son los brazos y las manos de Dios.

Pues Dios te trajo a este mundo y te sostendrá mientras pases por él.

En cualquier angustia, puedes saber que Sus manos te abrazan y también te cubren, que Él tiene cubierto tu físico y también tus emociones, que Su amor es mucho más grande que cualquier desafío y que Sus manos extendidas siempre te alcanzarán.