Cristología Del Nuevo Testamento: Jesucristo Es El SeñorMuestra

Los nombres de Jesús: títulos cristológicos (Tercera parte)

Sumo Sacerdote

Los sacerdotes en la historia del pueblo de Israel han jugado un papel protagónico. Sus funciones básicas consistían en dar culto a Dios a través de los sacrificios en el Templo e impartir a la comunidad en general las enseñanzas necesarias para cumplir con la Ley de Moisés y las tradiciones judías.

Con el nacimiento de la iglesia cristiana, luego de la resurrección de Cristo, la nueva comunidad de creyentes en Jesús eliminó los sacrificios y transformó su comprensión del sacerdocio. Los nuevos grupos de seguidores del famoso Rabino galileo entendieron que el mayor de los sacrificios fue el de Cristo en la cruz. Y fundamentados en esa nueva teología del culto, los sacrificios y el Templo, los nuevos creyentes afirmaron que el verdadero Sumo Sacerdote era Jesucristo, pues había sido ordenado según el orden de Melquisedec (Heb 5.6).

El segundo Adán

El Apóstol Pablo afirma que, como en Adán la humanidad sucumbió ante las tentaciones de la desobediencia, en Cristo recupera la esperanza de vida. En Adán la humanidad muere irremisiblemente, pero en Cristo esa misma humanidad tiene el potencial de vida, pues con Su resurrección el Señor se convirtió en «la muerte de la muerte» (1 Cor 15.26).

Logos

Una de las afirmaciones cristológicas más apreciadas y utilizadas por los creyentes y las iglesias a través de la historia es que Jesús es el Verbo o la Palabra de Dios. Decir que el Logos se hizo persona es una manera poética de afirmar que el Dios Eterno se hacía historia en la vida de Jesucristo.

Al analizar el título cristológico, no podemos ignorar el trasfondo helenista del término Logos. El término era importante en la filosofía griega, pues se concebía como una especie de palabra o ley suprema que tenía la responsabilidad y autoridad de regir al universo, pero que también se manifestaba en la razón e inteligencia humana. En el judaísmo, el Logos se relaciona principalmente con la palabra divina. Con esos trasfondos griegos y judíos, Juan relaciona el término con las enseñanzas y señales milagrosas de Jesús.

Otros títulos cristológicos

Además de estos, el Nuevo Testamento incluye una serie amplia de designaciones que expanden el horizonte hermenéutico de Su ministerio. Entre esas designaciones están las siguientes: Alfa y Omega, Principio y Fin (Ap 1.8), Amén, Testigo Fiel y Verdadero (Ap 3.14), Cabeza del cuerpo (Col 1.18), Cordero de Dios (Jn 1.29; Ap 5.6), etc.