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Día 06: Él es el dueño de todo (Dar)

"Del Señor es la tierra y todo cuanto hay en ella, el mundo y cuantos lo habitan". (Salmos 24:1 NVI).

Mientras viajo por el país, tengo la oportunidad de conocer muchas personas responsables y trabajadoras. Son estudiantes de secundaria que cuentan con un fondo de emergencia. Son universitarios que están trabajando para obtener su título profesional sin un crédito universitario. Son parejas jóvenes que apenas están comenzando, pero lo hacen sin un montón de deudas sobre sus cabezas.

Pero también me he encontrado con los egocéntricos. Estas son las personas que, según el estudio, tienen menos probabilidades de dar, ayudar a los demás, o contribuir a la sociedad que las generaciones anteriores. Y esto es realmente triste, no solo porque están ignorando las necesidades que los rodean, sino porque no están experimentando el gozo y el poder que provienen de dar generosamente.

Tener una mentalidad egoísta es un gran obstáculo para muchas personas, tanto niños como adultos. De hecho, es algo con lo que tus hijos están luchando en estos momentos o enfrentarán en un futuro cercano. Es sencillamente inevitable porque vivimos en una cultura enfocada en el "yo, yo, yo".

Pero el egoísmo no tiene que apoderarse de la vida de tus hijos. Puedes enseñarles a vivir con la mano abierta. Y puedes comenzar por recordarles que Dios realmente es el dueño de todo.

El rey David dejó este punto bastante claro en el Salmo 24:1. Dios lo hizo todo, así que Él es el dueño de todo. La tierra y todo lo que hay en ella le pertenece. Ese solo hecho debería cambiar la forma en la que pensamos sobre el dinero y las bendiciones materiales.

Pero Dios no es solamente el dueño, Él es también un dador generoso. Y debido a que estamos hechos a su imagen, también estamos llamados a ser generosos.

Y enseñar esas lecciones realmente comienza en casa. Más es lo que se aprende que lo que se enseña, ¿recuerdas?

Cuando los niños crecen en una casa donde la generosidad es una prioridad, comienzan a verse a sí mismos de una manera diferente porque ven a los demás de manera diferente. Si tus hijos pueden abrazar la doble verdad de la propiedad de Dios y su llamado a vivir una vida generosa, ellos pueden romper el muro del egoísmo.

Además, pueden hacer una diferencia en el mundo que los rodea.