20/20: La visión de Dios para mi vidaMuestra

Arraigada en el amor
Por Angie Schuller Wyatt
Para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios. Efesios 3:17–19
¿Alguna vez te has sentido atrapado por las heridas de tu pasado? Quieres creer que tu fe en Dios puede sacarte, pero tus circunstancias no te dan mucha esperanza. Entoces, cuando tu situacipon no mejora, tus sentimientos negativos comienzan a dentenerte y no te permiten convertirte en la persona que Jesús te redimió para que fueras. La realidad es que sólo Dios puede liberarte.
Lo sé. He estado en esa situación.
Para mí, fue el divorcio de mis padres. Antes de que sucediera, mi padre era mi mejor amigo. Pero el divorcio lo cambió todo. Las acusaciones que se hacían me hirieron. Me enojé cuando él volvió a casarse. Me sentí abandonada.
En mi mente, mi padre era el malo. La verdad es que era un muy buen padre. Pero, yo estaba tan herida que no pude ver más allá de mi dolor. Me aferré al resentimiento como a una manta de confort. Me hacía sentir que mi falta de perdón era justificada.
Pero cuando estaba en la universidad, escuché un sermón sobre el perdón. Después del sermón, le pedí perdón a mi padre. Él dijo simplemente "te perdono", pero yo lo sentí como una bofetada. En ese momento me dí cuenta que realmente no lo había perdonado. Al contrario, estaba intentando que él me pidiera perdón a mí. Cuando no lo hizo, me amargué y lo resentí aún más.
Pasó algún tiempo, y escuché otro gran sermón sobre el perdón. Esta vez estaba decidida a perdonar. Quería ser una buena cristiana, así que decidí perdonar porque era lo "correcto".
Comencé a decirle a todos mis amigos que había perdonado a mi padre. Sin embargo, en el fondo, aún tenía resentimiento. No quería estar con él por temor a pelear con él. Nuestras peleas mezquinas me hacían sentir rechazada y malinterpretada. Desarrollé un circulo vicioso horrible de decidir perdonar, sentirme herida, hablar mal de mi padre, perdonarlo y comenzar todo de nuevo.
Me cansé de esa montaña rusa emocional. Quería libertad duradera. Comencé a preguntarme si algún día podría perdonar realmente. ¿Podría ser liberada realmente del dolor y el resentimiento?
Un día, mientras leía mi Biblia, comencé a meditar sobre lo que dice Efesios 3:17–19:
Para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios.
Mientras leía el pasaje, tuve una visión de un árbol con raíces profundas. Y me dí cuenta que yo era el árbol—lleno de la fortaleza del amor de Dios. Dios me habló a través de esa visión y pude comprender que Su amor puede sostenerme a través de cualquier conflicto. No tenía por que vivir en desorden emocional. Podía confiarle a Dios mi corazón. Instantáneamente, fui liberada. Ya no me sentía atascada. Todo cambió.
El amor de Dios sacó todo resentimiento y enojo de mi alma, y finalmente pude comenzar a vivir como la persona que fui redimida para ser. Mientras más me "enraizaba" en el amor, era más fácil interactuar con mi padre.
De hecho, descubrí que realmente me caía bien. Fuimos a pescar y a caminar. Tuvimos conversaciones profundas y oramos juntos. Si decía algo que me hería, simplemente me imaginaba a mí misma como un árbol. Permitía que sus palabras pasaran a través de mis ramas. Yo estaba enraizada y bien fundada en el amor de Dios. Con Su amor, todo es posible.
Algunos años más tarde, mi padre me presentó al hombre con el terminaría casada. Siempre pensé que esta era una hermosa ilustración del amor redentor de Dios. En los primeros años de mi vida, mi relación con mi padre me llevó al mayor dolor. Después, a través del amor de Dios, mi padre me presentó a mi esposo y me trajo la relación que me da el mayor gozo.
Si me está contando, no es por lo que estoy experimentando. Es por lo que llegué a creer mientras lo estaba experimentando. Dios me sana, no por cambiar mi pasado, sino por revelarme la verdad y desplazando las mentiras.
~ Alan Smith
Versículo de memoria
Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad. 2 Corintios 3:17
Escritura
Acerca de este Plan

Dios quiere que cada uno de nosotros sea salvado, sanado, libre, disciplinado, equipado y servicial. Únete a este devocional de siete semanas para ayudarte a recorrer cada una de estas áreas en tu vida. Nuestro deseo es que descubras y comiences a cumplir la visión de Dios para tu vida en todos sus aspectos.
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