Devocional diario de Acción de Gracias de Paul TrippMuestra

La envidia es egocéntrica y moralista. Te inserta en el centro de tu mundo. Lo hace todo sobre ti. Te dice que te mereces lo que no mereces. La envidia es expectante y exigente. La envidia te dice que eres alguien que no eres y que tienes derecho a lo que no es legítimamente tuyo. La envidia no puede celebrar la bendición de otro porque te dice que lo mereces más. La envidia te dice que te has ganado lo que nunca podrías ganar. El mundo de la envidia no se mezcla con el mundo de la gracia más que el aceite con el agua. La envidia olvida quién eres, olvida quién es Dios y está confundida acerca de lo que es la vida.

Sin embargo, habiendo dicho todo eso, el hecho es que todos luchamos con la envidia de alguna manera, de alguna manera y en algún momento. Estamos celosos de que la persona a nuestro lado haya logrado el éxito financiero que nunca hemos disfrutado. Deseamos que nuestro matrimonio sea tan feliz como el de nuestros amigos de la iglesia. Nos preguntamos por qué nos han cargado con el trabajo que tenemos cuando ese otro tipo tiene una carrera tan satisfactoria. Sentimos envidia del pequeño grupo de la otra persona, que parece ser una comunidad tan amorosa. Deseamos poder comer tanto como esa persona y seguir siendo tan delgados como ella. El chico alto desearía no ser tan alto y al chico bajo le encantaría despreciar a la gente para variar. La persona de pelo rizado codicia el pelo liso y la persona de pelo liso envidia los rizos. El nerd envidia al deportista y el deportista desea poder sacar mejores notas.

La envidia es universal porque el pecado lo es. La envidia tiene sus raíces en el egoísmo del pecado (ver 2 Cor. 5: 14-15 ). La envidia se centra en uno mismo; porque se centra en uno mismo, tiene derecho; porque tiene derecho, es exigente; debido a que es exigente, tiende a juzgar la bondad de Dios por si ha entregado lo que usted siente con derecho a recibir; y debido a que juzga a Dios sobre esa base, te lleva a cuestionar su bondad. Debido a que cuestiona la bondad de Dios, no correrá hacia él en busca de ayuda. La envidia es un desastre espiritual.

La gracia te recuerda que no mereces nada, pero no se detiene ahí, te confronta con la verdad de que Dios es gloriosamente amoroso, misericordioso y bondadoso, que nos prodiga cosas que nunca podríamos haber ganado. Grace también nos recuerda que Dios es sabio y que nunca se equivoca de dirección; nos da a cada uno exactamente lo que sabe que necesitamos.