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PALABRAS SUAVES Y ACCIONES FIRMES

Cuando tus hijos se enfrentan a retos o cometen errores, podemos responder con fastidio, recordatorios o con riñas. Pero, ¡las palabras, a menudo, no producen el resultado deseado y acabamos teniendo que repetirnos el siguiente día! A medida que la frustración aumenta el volumen de nuestra voz también sube y podemos encontrarnos recurriendo al sarcasmo y haciendo comentarios de menosprecio.

Cuando utilizamos nuestras palabras para motivar, los niños pueden resentirse y desconectar de nosotros. Para ganar su atención puede que digamos cosas que después nos arrepintamos. Sin querer, el mensaje implícito que estemos enviando es que son incompetentes y incapaces de gestionar sus propias responsabilidades.

Si te das cuenta que cuanto más hablas tus hijos escuchan menos, considera dejar que las consecuencias les enseñen la lección. Cuando tu hijo se olvida la comida, deja que el hambre le motive a recordarlo la próxima vez. Si su hijo es irrespetuoso, restríngela de sus privilegios con calma y con empatía. Créetelo o no, es la manera más eficaz y respetuosa a formar a nuestros hijos.

Que tu palabras sean suaves y tus consecuencias firmes y observa cómo crecen tus hijos.