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MATEO 18:8-35

MATEO 18:8-35 RV2020

Por tanto, si tu mano o tu pie te es ocasión de caer, córtalo y échalo de ti: mejor te es entrar en la vida cojo o manco que con dos manos o dos pies ser arrojado en el fuego eterno. Y si tu ojo te es ocasión de caer, sácalo y échalo de ti: mejor te es entrar con un solo ojo en la vida que con dos ojos ser echado en el infierno de fuego. Mirad que no menospreciéis a uno de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles en los cielos ven siempre el rostro de mi Padre que está en los cielos. Porque el Hijo del Hombre ha venido para salvar lo que se había perdido. ¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se descarría una de ellas, ¿no deja las noventa y nueve y va por los montes a buscar la que se ha descarriado? Y si sucede que la encuentra, os aseguro que se regocija más por aquella que por las noventa y nueve que no se descarriaron. De igual modo, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos que se pierda uno de estos pequeños. Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve a buscarlo y habla a solas con él para hacerle ver su falta; si te escucha, habrás ganado a tu hermano. Pero si no te escucha, insiste llevando contigo una o dos personas más, para que sean testigos de todo lo que se dice. Si no los escucha a ellos, dilo a la iglesia; y si no escucha a la iglesia, tenlo por gentil y recaudador de impuestos. Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra será desatado en el cielo. Otra vez os digo que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra acerca de cualquier cosa que pidan, les será hecho por mi Padre que está en los cielos, porque allí donde están dos o tres congregados en mi nombre estoy yo en medio de ellos. Entonces se le acercó Pedro y le dijo: —Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? Jesús le dijo: —No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete. Por tanto, el reino de los cielos es semejante a un rey que quiso hacer cuentas con sus siervos. Comenzó a hacerlas con uno que le debía diez mil talentos. Como no podía pagarlos, su señor ordenó venderlo junto con su mujer e hijos y todo lo que tenía. De este modo le pagaría la deuda. Entonces aquel siervo, postrado, le suplicaba: «Señor, ten paciencia conmigo y yo te lo pagaré todo». El señor, movido a misericordia, lo soltó y le perdonó la deuda. Pero este siervo, al salir, halló a uno de sus consiervos que le debía cien denarios. Cogiéndolo del cuello le decía: «Págame lo que me debes». Entonces su consiervo se puso de rodillas rogándole: «Ten paciencia conmigo y yo te lo pagaré todo». Mas él no quiso, y lo metió en la cárcel hasta que pagase la deuda. Viendo sus consiervos lo que pasaba, se entristecieron mucho y refirieron a su señor todo lo que había sucedido. Entonces, su señor lo llamó y le dijo: «Siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné porque me lo rogaste. ¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo como yo tuve misericordia de ti?». El señor, enojado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara todo lo que le debía. De igual manera actuará mi Padre celestial con cada uno de vosotros si no perdona de todo corazón las ofensas de su hermano.

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