Bendice, alma mía, al Señor y todo mi ser a su santo nombre. Bendice, alma mía, al Señor, no te olvides de sus favores. Él perdona todos tus pecados, él sana todos tus males; él libra tu vida de la fosa, te corona de amor y de ternura; colma de bienes tu existencia, y tú te rejuveneces como un águila. El Señor imparte justicia y derecho a los oprimidos. Mostró sus caminos a Moisés, a los hijos de Israel sus proezas. El Señor es clemente y compasivo, paciente y lleno de amor. No estará para siempre litigando, no estará eternamente resentido. No nos trata según nuestros pecados, no nos paga según nuestras culpas. Pues como el cielo dista de la tierra abunda su amor para con sus fieles; como está lejos el este del oeste, él aleja nuestras faltas de nosotros. Como un padre quiere a sus hijos, el Señor quiere a sus fieles. Conoce cuál es nuestro origen, recuerda que somos polvo.
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