Entonces Pilato reunió a los jefes de los sacerdotes, a las autoridades y al pueblo, y les dijo: —Me habéis traído a este hombre diciendo que está alterando el orden público; pero yo lo he interrogado delante de vosotros y no he encontrado en él ningún crimen de los que lo acusáis. Y Herodes tampoco, puesto que nos lo ha devuelto. Es evidente que no ha hecho nada que merezca la muerte. Por tanto, voy a castigarlo y luego lo soltaré. [ ] Entonces toda la multitud se puso a gritar: —¡Quítanos de en medio a ese y suéltanos a Barrabás! Este Barrabás estaba en la cárcel a causa de una revuelta ocurrida en la ciudad y de un asesinato. Pilato, que quería poner en libertad a Jesús, habló de nuevo a la gente. Pero ellos continuaban gritando: —¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo! Por tercera vez les dijo: —¿Pues cuál es su delito? No he descubierto en él ningún crimen que merezca la muerte; así que voy a castigarlo y luego lo soltaré. Pero ellos insistían pidiendo a grandes gritos que lo crucificara; y sus gritos arreciaban cada vez más. Así que Pilato resolvió acceder a lo que pedían: puso en libertad al que tenía preso por una revuelta callejera y un asesinato, y les entregó a Jesús para que hiciesen con él lo que quisieran.
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