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MATEO EVANGELIO SEGÚN MATEO

EVANGELIO SEGÚN MATEO
INTRODUCCIÓN
1. Características generales
El llamado tradicionalmente evangelio de Mateo (en adelante se utilizará preferentemente la abreviatura Mt) ha ocupado desde antiguo un lugar privilegiado en la vida de la Iglesia. Aunque cronológicamente no haya sido el primero en redactarse, siempre ha figurado al frente de la lista de libros del NT y se le ha conocido y sigue conociéndosele universalmente como “el primer evangelio”. Fue, muy posiblemente, el más citado y comentado en los primeros siglos cristianos, y la espiritualidad y la liturgia de la Iglesia se han nutrido de él de manera muy destacada. Es manifiesta la riqueza doctrinal de este evangelio al lado de la concisión y a veces esquematismo de los pasajes narrativos. Al propio tiempo, su gusto por la claridad y el orden han hecho de él un magnífico instrumento para la instrucción bíblica y la predicación.
Otra característica que en seguida salta a la vista es la preocupación de este evangelio por subrayar la estrecha relación entre Jesús y el AT, y consiguientemente entre el pueblo de Dios de la antigua alianza y la Iglesia de Jesucristo. La tensión promesa-cumplimiento traspasa de principio a fin las páginas del evangelio de Mt y se concreta en una serie de citas del AT —más numerosas en Mt que en los otros evangelios y con un sello suyo inconfundiblemente personal— que reciben precisamente el nombre de “citas de cumplimiento” o “citas de reflexión” (ver 1,23 y 27,9-10, por señalar únicamente la primera y la última). Ante el rechazo del mensaje de Jesús por parte del judaísmo oficial (2,1-12; 13,53-58; 21,33-46; 26,3-4; 27,20-25), la Iglesia cristiana pasa a ser el “nuevo Israel” en la perspectiva teológica de Mateo (21,43).
Es preciso destacar también, como algo peculiar del evangelio de Mt, el significativo puesto que ocupan en él los discípulos. Unos discípulos a los que Mt presenta de forma claramente idealizada; discípulos, por lo demás, que están llamados a formar una comunidad fraterna donde la autoridad no tenga otra razón de ser que la del servicio a los demás, especialmente a los más débiles y necesitados (18,1-14; 23,8-12).
Y, finalmente, tal vez nadie como Mt ponga de relieve la figura de Jesucristo como Maestro y Señor resucitado presente en medio de la comunidad. A diferencia de Lc, por ejemplo, Mt no establece una clara diferencia entre el tiempo de Jesús y el tiempo de la Iglesia. Ambos tiempos se implican mutuamente, y la presencia constante de Jesús, Mesías prometido y Señor resucitado, acompaña y penetra la vida entera de la Iglesia (1,23; 18,20; 28,20).
2. Marco histórico
El evangelio de Mt no es fruto de la casualidad. Tiene su origen en el seno de unas comunidades cristianas vivas y trata de dar respuesta a las necesidades y problemas de dichas comunidades. ¿Cuáles eran, en concreto, estas necesidades y problemas? Por lo que nos es dado conocer a través de una lectura atenta del propio evangelio y de algunos datos procedentes de otras fuentes, la comunidad o comunidades que se alcanzan a vislumbrar detrás del evangelio de Mt tenían las siguientes peculiaridades:
a) Parece tratarse de comunidades compuestas en buena parte por cristianos procedentes del judaísmo. Así lo sugiere el amplio conocimiento de las Escrituras del AT que el autor supone en sus lectores, la ausencia de explicaciones con respecto a los ritos y costumbres judías (5,23; 12,15; 23,5; 15,23), y los numerosos giros y palabras semitas presentes en la redacción (reino de los cielos, atar y desatar, llevar el yugo, etc.).
b) Comunidades al mismo tiempo abiertas al mundo no judío. En ellas el primer envío misional de Jesús, aparentemente restrictivo (10,5), ha dado paso a un envío y una llamada universal (28,19). Cuando se redacta, pues, el evangelio de Mt, un nutrido grupo de paganos ha entrado a formar parte de estas comunidades y han comenzado a surgir diferencias sobre la manera de interpretar la ley de Moisés. Es preciso hallar un punto de encuentro y llevar a cabo una labor de síntesis. Esta es la tarea que aborda Mateo reuniendo en su evangelio diversas tradiciones y confiriendo a la figura de Pedro un especial protagonismo.
c) Esta comunidad o comunidades mateanas vivían ya en un abierto enfrentamiento con el judaísmo oficial ortodoxo de corte fariseo que se impuso de manera exclusivista a partir del año 70 d. C. y que, algunos años más tarde —hacia el 95—, iba a recibir su espaldarazo definitivo en la asamblea de Yamnia, localidad situada cerca de la costa mediterránea de Palestina, al sureste de la antigua Jafa o la moderna Tel Aviv.
d) Así las cosas, hay que pensar en comunidades en proceso de consolidación, comunidades que necesitan de criterios firmes y claros —las enseñanzas de Jesús— y de modelos de comportamiento —el grupo de los discípulos— para hacer frente a los problemas y necesidades del momento.
Para estas comunidades, probablemente afincadas en el entorno de Antioquía de Siria, se escribió este evangelio durante la década de los 80 según la opinión más autorizada en los últimos tiempos. De acuerdo también con una antigua tradición, mantenida acríticamente hasta tiempos recientes, su autor habría sido el apóstol Mateo (10,3; Hch 1,13). Según esta tradición, la obra habría sido escrita originalmente en lengua semita —hebreo o arameo— y muy pronto traducida al griego que es la lengua en que ha llegado hasta nosotros. Pero esta hipótesis no encuentra mucho apoyo en el análisis del propio evangelio y en la actualidad apenas hay quien la sostenga. Los datos abogan más bien por un original griego y por un autor anónimo que sería un cristiano de origen judío con un aceptable conocimiento de la lengua griega y muy familiarizado con la lectura y el estudio del AT. Esto no impide que dicho autor utilizara documentos escritos anteriores, hebreos o arameos, para la redacción final de su obra.
3. Proceso de composición
Mateo no es el creador del género literario “evangelio”. Cuando da forma a su obra, tiene ya un modelo en el que inspirarse: el evangelio de Marcos. Y efectivamente, el evangelio de Mt incorpora a su redacción prácticamente todo el relato de Mc, aunque con algunas variaciones en el orden, sobre todo en la parte que corresponde al ministerio de Jesús en Galilea. Incorpora también una serie de materiales de carácter discursivo procedentes de la llamada “fuente de dichos” (fuente o documento Q), un documento que no se ha conservado, pero que fue también conocido y utilizado por Lucas, y que probablemente contenía sólo enseñanzas de Jesús. A estas dos fuentes hay que añadir una serie de informaciones propias de Mateo, procedentes del acervo tradicional de sus comunidades y que ocupan una cuarta parte del total de su evangelio.
Con todos estos materiales, Mateo organiza su obra. Lo primero que llama la atención es su exquisito cuidado por agrupar y ordenar dichos materiales, sin duda con la intención de facilitar la comprensión y la memorización de tales materiales. Resaltemos al respecto las colecciones de milagros (8,1-17; 9,18-34), de parábolas (13,1-50; 21,28—22,14; 25,1-30), de controversias (22,15-46). Y sobre todo los cinco grandes discursos presentes en los capítulos 5—7; 10; 13; 18; y 23—25, que son claramente una composición de Mt y que culminan siempre con la misma fórmula: “Cuando Jesús terminó este discurso” (7,28; 11,1; etc.).
Otra peculiaridad del trabajo redaccional de Mt es el interés por simplificar los relatos, eliminando todo lo accesorio o anecdótico (ver 8,14-15 comparado con Mc 1,29-31) para concentrarse en el mensaje teológico, como puede ser, por ejemplo, la necesidad de la fe o las condiciones exigidas para el discipulado. Por lo demás, y excepción hecha de 4,12-13.17 y 16,21, el evangelista no concede mayor importancia a las indicaciones geográficas o cronológicas. Su propósito es ante todo pastoral y, al utilizar sus fuentes con la libertad y personalidad que le son características, quiere tender puentes entre las diversas tradiciones existentes en el cristianismo primitivo, a la vez que trata de iluminar la concreta experiencia religiosa de los cristianos a los que se dirige.
4. Contenido
Como los demás evangelios, también el de Mt pretende poner en contacto a su comunidad o comunidades con la vida y las enseñanzas de Jesús de Nazaret. Pero al tratar de situar a su iglesia ante el mensaje de Jesús y el misterio de su persona, lo hace teniendo muy presentes los problemas y preocupaciones de sus lectores. En este sentido es preciso destacar tres fundamentales centros de interés en la trama de la obra: la presentación de Jesús como el Mesías, Hijo de Dios y como el Señor resucitado; la consideración de la Iglesia como heredera de la misión de Israel y, por tanto, como “el nuevo Israel”; y la invitación a los cristianos a vivir según las enseñanzas de Jesús.
a) Jesús Mesías, Hijo de Dios, Señor resucitado. En la situación en que vivía la comunidad —o comunidades— de Mt, era de todo punto necesario mostrar que Jesús era verdaderamente el Mesías esperado, el prometido Hijo de David, el Hijo de Dios presente en la comunidad como Señor resucitado en el que se han cumplido plenamente las promesas del AT. Esto lo hace el evangelista desde el comienzo mismo del relato (ver 1,1.20-23; 2,6.11.15) y recogiendo luego proclamaciones tan significativas como la del propio Dios Padre en los episodios del bautismo y la transfiguración de Jesús (3,17; 17,5), la de los discípulos (14,33), la de Pedro (16,16), la del oficial romano junto a la cruz (27,54), y rematando en la última escena del evangelio con la presentación de Jesús resucitado como Señor del mundo y de la historia, permanentemente presente en medio de su Iglesia (28,18-20).
b) La Iglesia como “el nuevo Israel”. Ningún evangelista ha desarrollado como Mateo la reflexión sobre la Iglesia. Este pueblo congregado por Jesús está en absoluta continuidad con el viejo Israel. Lo que pasa es que, inexplicablemente, el Israel oficial no ha querido escuchar el mensaje de Jesús y ha tenido que ser sustituido por un nuevo pueblo, el “Israel de Dios” en expresión de Pablo (Ga 6,16), un pueblo que dé a su tiempo los frutos esperados (21,43). La Iglesia, pues, hereda la misión encomendada al antiguo Israel de reunir a todos los pueblos del mundo en un solo pueblo mesiánico (28,19; Is 2,2-5; Mi 5,6-8).
c) Los discípulos, invitados a cumplir la voluntad de Dios siguiendo las enseñanzas de Jesús. La dimensión ética del evangelio de Mt es algo que salta a la vista. En concreto, el discípulo ideal para el primer evangelio es aquel que cumple la voluntad del Padre; este es el sentido que tiene en Mt el término griego dikaiosine tradicionalmente traducido por “justicia” y al que recurre repetidas veces el evangelista (3,15; 5,6.10.20; 6,1.33; 21,32). Y la voluntad del Padre se cumple escuchando, aceptando con fe y poniendo en práctica las enseñanzas de Jesús, que Mt ha reunido sobre todo en los cinco grandes discursos a los que nos hemos referido más arriba. Estos discípulos están llamados, en primer lugar, a mantener una íntima relación con Jesús a través de una comprensión cada vez más profunda de su doctrina (ver 13,51-52; 16,12; 17,13), y en segundo lugar, a formar una comunidad fraterna en la que el amor (5,44-46), la preocupación por los más débiles (10,42; 18,10-14), el servicio (20,26-28; 23,11-12) y el perdón (5,21-26; 6,12.14-15; 18,21-22) sean valores absolutamente fundamentales.
5. Estructura y organización
Todos están de acuerdo en que Mateo ha cuidado con esmero la composición de la mayoría de las secciones de su evangelio. Pero no lo están en igual medida a la hora de precisar cuáles pueden haber sido sus criterios básicos en la estructuración del conjunto y cuál es, consiguientemente, la estructura interna resultante para todo el evangelio.
Unos siguen insistiendo en el planteamiento tradicional de una distribución geográfico-cronológica de los materiales: nacimiento e infancia de Jesús Mesías (1—2); predicación de Juan el Bautista y comienzos del ministerio de Jesús (3,1—4,11); actividad de Jesús en Galilea y en las regiones paganas limítrofes (4,12—18,35); viaje a Jerusalén (19,1—20,34); actividad en Jerusalén (21,1—25,46); pasión, muerte y resurrección de Jesús (26,1—28,20).
Otros piensan que Mt ha estructurado su evangelio tomando como punto de referencia los cinco grandes discursos presentes en él. Cada uno de estos discursos iría acompañado de la correspondiente sección narrativa y entre ambas secciones formarían como cinco libros —¿alusión al Pentateuco?—, a saber: 3—7; 8—10; 11—13; 14—18; 19—25, enmarcados por el relato introductorio de la infancia de Jesús (1—2) y por el relato conclusivo de la pasión, muerte y resurrección de Jesús (26—28).
Finalmente debe señalarse una línea de estructuración que ha tenido bastantes seguidores en los últimos tiempos. Se trata de combinar criterios literarios (en especial la repetición de la misma fórmula —“a partir de aquel momento Jesús comenzó a…”— en dos momentos cruciales de la obra: 4,17 y 16,21) con criterios teológicos que subrayan el dramatismo de la trayectoria de Jesús y confieren una singular densidad dramática a toda la trama. El resultado sería una estructura en tres grandes bloques, a saber: I) Jesús presentado como Mesías (1,1—4,16); II) El Reino de Dios/de los cielos es anunciado con palabras y acciones (4,17—16,20); III) El Mesías (Jesús) ha de recorrer un camino de dolor y de muerte —el siervo doliente de Isaías— hasta llegar a la resurrección (16,21—28,20).
Tal vez ninguno de estos modelos de estructuración, aisladamente considerado, sea del todo satisfactorio y convincente. Tal vez sea preciso combinar elementos de los distintos modelos. En este sentido la presente traducción ha creído oportuno seguir el siguiente itinerario de lectura:
I.— PRESENTACIÓN DE JESÚS COMO MESÍAS (1—2)
- Genealogía y nacimiento de Jesús (1)
- Los sabios de Oriente y la huida a Egipto (2)
II.— COMIENZOS DEL MINISTERIO DE JESÚS (3,1—4,11)
- Ministerio de Juan el Bautista (3,1-12)
- Bautismo de Jesús (3,13-17)
- Jesús en el desierto (4,1-11)
III.— ANUNCIO DEL REINO EN GALILEA (4,12—18,35)
- Primera actividad de Jesús (4,12-25)
- Sermón del monte (5—7)
- El reino en hechos y palabras (8,1—16,20)
- El destino sufriente del Mesías (16,21—18,35)
IV.— CAMINO DE JERUSALÉN (19—20)
- Exigencias del reino (19)
- Condiciones del discipulado (20)
V.— JESÚS EN JERUSALÉN (21—28)
- Acciones simbólicas y controversias (21—25)
- La Pascua de Jesús (26—28)

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