Espíritu Santo: ¿Somos inflamables o a prueba de fuego? Egzanp

  Poder: la esencia del testimonio cristiano

  Me quedé impactado al leer en Marcos 16:8 que los discípulos, antes de que Jesús ascendiera al cielo, no creían. La misma incredulidad se encuentra en Marcos 16:11. Entonces, dos versículos después en el versículo 13, las mismas palabras: no lo creyeron. De nuevo, en el versículo 14, las mismas palabras: no habían creído. Pero lo que más me asombra es el hecho de que en el siguiente versículo, el versículo 15, Jesús dijo a estos creyentes incrédulos y temerosos: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura”. 

Si yo hubiera estado allí, por favor permítame decir esto, me habría acercado a Jesús por detrás y le hubiera susurrado al oído: “Señor, ¿no te das cuenta de que los discípulos a quienes acabas de entregar la comisión suprema son una panda de incrédulos? No serán capaces de hacerlo”. Creo que Jesús se habría dado media vuelta, habría puesto su dedo en mis labios y me habría dicho calmadamente: “Bonnke, tú no sabes que tengo un secreto”.

¿Cuál era el secreto? En el versículo 20, leemos: “Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes, ayudándoles el Señor y confirmando la palabra con las señales que la seguían. Amen”. ¿Qué sucedió entre los versículos 14 y 20? Cronológicamente, se produjo Hechos capítulo 2. Los discípulos salieron de la debilidad y llegaron al poder para hacer lo que Jesús les había mandado hacer: “pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hechos 1:8). Del mismo modo, todos podemos salir de la debilidad y adentrarnos en un poder inagotable.