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Día 6 — Ir a la Confesión

Leer: 1 Juan 1:5–10

La luz implica veracidad, integridad y autenticidad. Entonces, proclamar que «Dios es luz» resalta el carácter de Dios como verdadero, bueno y santo (versículo 5 DHH). Es la naturaleza de la luz de brillar, manifestar y revelarse, que es lo que Dios ha hecho en Jesucristo, la luz del mundo. La oscuridad, en contraste, implica falsedad y engaño. Aunque la vida humana se caracteriza por luz y sombra, en Dios no hay ningún indicio de oscuridad, maldad o falsedad.

Actuar de acuerdo con la verdad y vivir una mentira son tan opuestos como la luz y la oscuridad. No podemos decir que tenemos comunión con Dios mientras vivimos una vida en la oscuridad (versículo 6). Las dos formas de vida son completamente incompatibles. La norma por actuar según la verdad es la revelación de Dios en Jesucristo. «Pero si vivimos en la luz», en comunión continua con Dios, siguen dos resultados: podemos declarar que en verdad tenemos comunión con otros creyentes fieles, y que somos limpiados «de todo pecado» por medio de la sangre sacrificial de Jesucristo (versículo 7 DHH). 

El remedio efectivo para el pecado no es negar nuestro pecado. Porque si decimos que «no tenemos pecado», nos engañamos a nosotros mismos y vivimos una mentira (versículo 8 DHH). De hecho, cuanto más crecemos en unión con Dios y con nuestros hermanos cristianos, más conscientes nos hacemos del pecado en nuestra vida. Para tener una vida auténtica, debemos «[confesar] nuestros pecados» (versículo 9 DHH). En la iglesia de los apóstoles, eso significaría confesar los pecados en privado a Dios y públicamente a la comunidad cristiana, que es el fundamento para recibir el perdón de nuestro Dios fiel y justo.

Reflexionar: ¿Cómo puede la confesión de mis pecados llenarme con más luz, veracidad, integridad y autenticidad? 

Orar: Dios fiel y justo, en quien no hay oscuridad, ayúdame a admitir mi pecaminosidad para que pueda vivir en la verdad y la libertad que deseas para mí.