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Libérame de las limitaciones físicas: Es congénito

El coro de nuestra iglesia cantó una vez en una conferencia en la que participaban personas con dificultades de audición. Una mujer me dijo mediante un intérprete que había "escuchado" la música por primera vez en su vida: nosotros tocamos y cantamos con fuerza, y ella pudo “sentir” nuestros cantos estando de pie apoyada contra una pared, por medio de la vibración.

¿Qué cree usted que es peor: ser congénitamente sordo o perder la audición más tarde en la vida? ¿Es mejor haber conocido la luz y el color al menos por un poco de tiempo antes de que aparezca la ceguera, o no haber conocido nunca de lo que se está perdiendo?

Este es el peor de los temores: el temor de que una discapacidad congénita sea un castigo de Dios. “Al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron sus discípulos, diciendo: -Rabí, ¿quién pecó, este o sus padres, para que haya nacido ciego?” La respuesta de Jesús le da consuelo al corazón de los que temen que una discapacidad sea un castigo: “No es que pecó este, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él (Juan 9:1-3).

¡Qué honor es ser un lienzo en el que nuestro Dios pueda pintar un cuadro hermoso! La vida puede ser mucho más alegre cuando estamos dispuestos a dejar que Dios nos use como somos, rotos y cojos, ciegos y sordos, para su plan de rescate espiritual de los humanos.