No Escuches a Las SirenasMuestra

Debemos entender que Jesús dejó su lugar de gloria, su comodidad en el reino de los cielos, para venir a sacrificarse por usted y por mí (Filipenses 2:6-8). Y mientras tanto, a nosotros nos cuesta tanto salir de nuestra propia comodidad. Permanecemos sentados en el barco de la vida, cada vez más cerca del canto de las sirenas… y aun sabiendo que esa melodía termina en muerte, preferimos deleitarnos en ella e ignorar sus consecuencias
Proverbios 3:11-12 nos recuerda: “No menosprecies, hijo mío, el castigo de Jehová, ni te fatigues de su corrección; porque Jehová al que ama castiga, como el padre al hijo a quien quiere". Si alguna vez has sentido la disciplina del Señor, ¡felicitaciones! Eso significa que eres un hijo amado. No te enfoques en el dolor, ni en la corrección misma; mira más allá: esa disciplina es evidencia de que Dios te considera valioso y querido.
En este contexto, la disciplina no es un castigo cruel, sino formación. Son las enseñanzas, correcciones y pruebas que Dios permite en nuestras vidas con un propósito: moldearnos, formarnos y hacernos crecer. Y es verdad: crecer duele, madurar cuesta, y envejecer también trae consigo dolor. Pero en cada etapa, la relación con el Señor puede y debe profundizarse.
Cuando somos jóvenes, nuestro corazón arde de ansiedad por experimentar. Queremos viajar, probar, conocer… aunque muchas de esas experiencias no siempre son buenas. En la adultez, buscamos estabilidad, proteger a la familia y asegurar el futuro. Trabajamos y nos preocupamos por ello. Y en la vejez, el cuerpo empieza a debilitarse, y aprendemos a vivir de una forma distinta. Sin embargo, en cada estación de la vida, Dios continúa moldeándonos. Y aunque la disciplina nunca resulta agradable, es absolutamente necesaria.
Hace unos años, mi esposa y yo atravesamos una situación difícil con nuestro hijo mayor en el colegio. Fue dolorosa y muy complicada de manejar. Pero una noche, mientras conversábamos, dijimos: “Esto ha sido lo mejor que nos pudo pasar, porque aprendimos". Aprendimos lecciones que ni siquiera sabíamos que necesitábamos, y que después nos ayudaron a estar más atentos a lo esencial. Años más tarde, esas enseñanzas nos han servido en la crianza de nuestra hija. Aunque en su momento la experiencia no fue agradable, sí fue profundamente formativa.
Dios no nos disciplina para destruirnos, sino para transformarnos: “Y aquéllos, ciertamente por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía, pero éste para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad. Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados” (Hebreos 12:10-11).
Dios nos ama demasiado como para dejarnos estancados en nuestra comodidad o cautivados por el canto de las sirenas. Así como Jesús dejó su lugar más alto para salvarnos, también nosotros debemos estar dispuestos a dejar nuestra zona de confort para responderle con obediencia.
Recuerda: ser corregido por Dios no es señal de rechazo, sino de amor. Y cuando recibimos su disciplina con humildad, descubrimos que ella nos conduce a una vida más plena, más madura y más semejante a Cristo.
Acerca de este Plan

No escuches a las sirenas es un plan devocional que te reta a vivir un cristianismo auténtico y no a medias. A través de enseñanzas bíblicas, ejemplos históricos y reflexiones prácticas, descubrirás cómo resistir el canto seductor del pecado que promete placer, pero conduce a la ruina. Cada día te invita a examinar tu corazón, a no conformarte con lo superficial y a dejar que la Palabra de Dios moldee tu vida. Este plan es un llamado a la obediencia, a la perseverancia y a seguir la voz de Cristo por encima de todo engaño.
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Nos gustaría agradecer a TopCristianos por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: topcristianos.com









