Cuando El Silencio Invade Mi AlmaMuestra

Día 3: La esperanza susurra

La esperanza a veces no llega con estruendo. No aparece de golpe ni borra el dolor de un día para otro. A menudo susurra en el alma, casi imperceptible, como un rocío suave que acaricia el corazón cansado.

Pablo escribió a los creyentes de Roma cuando estaban desanimados, confundidos y agotados. Muchos eran perseguidos; otros habían perdido seres queridos. Pero, en lugar de prometerles que todo se arreglaría pronto, Pablo oró para que el “Dios de esperanza” los llenara de gozo y paz.

Esa esperanza no dependía de las circunstancias, sino del poder del Espíritu Santo que actúa dentro del corazón.

Así también, en el silencio de Dios, la esperanza no siempre se siente, pero crece.

Tiempo después noté que, al hacer ajustes en mi corazón y entregar mi duelo a Dios, todo cambia: una oración se vuelve más sincera, una palabra de consuelo llega o, simplemente, el corazón deja de pelear contra el dolor.

Dios no te pide olvidar lo que pasó, sino recordar que Él sigue siendo fiel. La esperanza no borra las cicatrices; las transforma en testimonio.

Cada vez que elegís creer un poco más, incluso sin sentirlo, estás dejando que el Espíritu Santo te renueve por dentro.

Quizás hoy no puedas cantar, pero podés susurrar: “Te creo, Señor".
Y ese susurro es suficiente. Porque donde hay fe, aunque sea pequeña, el Espíritu Santo planta semillas de consuelo que tarde o temprano florecen.

Tu historia no termina en el dolor. El silencio puede ser el terreno donde Dios prepara un nuevo comienzo.

A veces, el milagro no es que todo cambie, sino que vos vuelvas a tener esperanza.

Oración:

Señor, gracias porque aun en el silencio me hablás con ternura y de formas que no puedo imaginar. Avivá en mí la esperanza que solo Vos me podés dar. Enseñame a creer de nuevo, a esperar en lo que no veo y a descansar en Tu fidelidad. En el nombre de Jesús, amén.