Cristo vino... ¡y todo cambió!Muestra

Sin Cristo, sin esperanza
Imagina por un momento despertar cada mañana sabiendo que, cuando mueras, todo termina. Sin esperanza de eternidad, sin promesa de algo mejor, solo el vacío absoluto. Esta sería nuestra realidad si Cristo no hubiera venido.
Antes de la venida de Jesús, la humanidad vivía bajo el peso aplastante de una sentencia de muerte eterna. Pablo nos recuerda en Efesios que estábamos «sin esperanza y sin Dios en el mundo» (Ef. 2:12-13). No se trataba simplemente de no conocer a Dios; no existía un camino hacia Él. La ley solo servía como un acusador perpetuo, recordándonos constantemente nuestra incapacidad de cumplir con los estándares divinos.
Jesús mismo reflexionó sobre esto en las horas previas a Su crucifixión. En el aposento alto, mientras compartía Sus últimas palabras con Sus discípulos, pronunció estas palabras profundas: «Si Yo no hubiera venido...» (Juan 15:22). No se trataba de una mera reflexión hipotética, sino de una declaración de la importancia y el alcance de Su misión. Su venida marcó la diferencia entre la condenación eterna y la vida eterna.
Sin Cristo, seríamos ocho mil millones de personas caminando hacia la condenación eterna. Piensa en esto: cada persona que conoces, cada ser humano en la tierra, todos destinados a la separación eterna de Dios. Sin excepciones, sin alternativas, sin esperanza.
El índice de depresión, ansiedad y suicidio sería incalculablemente mayor. ¿Por qué? Porque el ser humano no fue creado para vivir sin esperanza. Fuimos diseñados para la eternidad, y sin esa perspectiva eterna, el alma humana se marchita como una planta sin agua.
Pero gloria a Dios, Cristo sí vino. Y con Su venida trajo esperanza, no solo para después de la muerte, sino esperanza que transforma nuestro presente. Ya no somos prisioneros de la desesperación. Tenemos un futuro asegurado, una herencia incorruptible, una promesa inquebrantable.
Hoy, mientras el mundo se prepara para celebrar la Navidad con regalos y cenas, detente un momento. Reflexiona en el regalo más grande: la esperanza eterna que vino envuelta en pañales y acostada en un pesebre. Sin ese bebé de Belén, no habría esperanza en tu corazón hoy.
Oración
Padre celestial, hoy reconozco que, sin la venida de tu Hijo, viviría sin esperanza. Gracias porque Jesús vino a este mundo oscuro para ser mi luz y mi esperanza. Ayúdame a vivir cada día consciente de la esperanza que tengo en Cristo. Que mi vida refleje la diferencia que hace tener la esperanza de vida eterna. En el nombre de Jesús, amén.
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Adelanto del día siguiente: Mañana exploraremos otra consecuencia devastadora de un mundo sin Cristo: vivir perpetuamente bajo el peso aplastante de la culpa, sin posibilidad de perdón.
Escrituras
Acerca de este Plan

En esta Navidad, mientras el mundo celebra pero olvida al verdadero motivo, este plan te invita a reflexionar sobre cómo todo cambió cuando Cristo vino. A lo largo de cinco días, meditaremos en lo que el mundo no tendría sin Jesús y en las gloriosas realidades que ahora poseemos en Él. Adaptado del sermón del pastor Miguel Núñez, «¿Y si Cristo no hubiese venido?», a través de este devocional descubrirás cómo Su venida transformó nuestra esperanza, nuestro perdón y nuestro destino eterno.
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Nos gustaría agradecer a Ministerios Integridad & Sabiduría por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: integridadysabiduria.org
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