La Urgencia De CambiarMuestra

EL CAMBIO DEPENDE DE NOSOTROS

Tuve la oportunidad de viajar a un grandioso evento en una de las ciudades de mi país. Considero que fue uno de los eventos más importantes por el impacto que representaría para toda la nación. Por muchas razones, este evento, meses antes al ser anunciado y publicitado, generó una gran expectativa y una enorme demanda por lo que allí se impartiría.

Finalmente, los días llegaron y Dios hizo cosas extraordinarias aquel fin de semana en aquella ciudad. Definitivamente las expectativas fueron superadas.

No obstante, el fin de semana llegó a su fin y cada uno de los que íbamos debía volver a su vida cotidiana y normal: al mismo espacio de nuestras casas, al mismo ambiente laboral e incluso al mismo ambiente ministerial. Ese grandioso fin de semana habían terminado con gran satisfacción, pero sabíamos que ya teníamos que volver a la normalidad de muchas cosas que, de alguna manera, tomamos como cotidianas.

A mi mente sólo venía una frase: “Qué aburrido mañana es lunes, de nuevo a lo cotidiano”, pero no sabía que tendría una gran lección de parte de Dios al permitir que la satisfacción de aquellos días de mucha llenura de Dios se estaba opacando nada mas por pensar de esa manera.

Hacer lo mismo no necesariamente tiene que ver con que no estamos cambiando; Dios puede hacer un mismo milagro con muchas personas y no quiere decir que eso sea aburrido para Él o que diga: “Mañana debo hacer este mismo milagro con tal persona”. Por el contrario, Dios siempre está deseoso de hacer lo que Él sabe hacer, (Hebreos 13:8).

Pese a ello puedo entender que Dios desea enseñarnos que todo cambio depende de nosotros. No pretendamos cargar los cambios que debemos hacer nosotros mismos sobre cosas que ya están en su esencia. Puede que tu trabajo sea el mismo, pero ¿tú seguirás siendo el mismo(a)?

Es por ello que quitar de nuestras mentes la idea de que nuestros cambios dependen de algo o alguien es tan urgente, pues, precisamente no pensar así nos permite vida en constantes cambios.

El apóstol Pablo, en los primeros versículos del capítulo 12 de Romanos, presenta frases tan comunes como poderosas: no conformarse, transformarse, vivir la voluntad de Dios, renovar el entendimiento, y así comprobar lo que Dios ya estableció para nosotros.

Vale destacar que nada de esto podríamos hacerlo sin la ayuda de Dios, pero no deja de depender de nosotros; Jesús dijo: Separados de mí, nada pueden hacer (Juan 15:5).

En otras palabras, la intervención de Dios llega cuando el deseo de cambiar depende de nosotros. Dios siempre quiere que cambiemos, la pregunta es: ¿nosotros también lo queremos?

Si no dependiera de nosotros cambiar, este pasaje no habría sido inspirado por Dios para hablarnos de no conformarnos y de transformarnos como medio para renovarnos.

Aunque estemos en el mismo lugar, en la misma casa, con las mismas personas, nada garantiza que sigamos viendo las cosas de la misma manera hasta que el cambio inicie en nosotros. Hay quienes afirman que cambiar de ambiente puede generar algún cambio interior; puede que sea así, pero generalmente todo cambio interno modifica nuestra óptica de las cosas externas.

Esto se debe a que no puedo ver algo diferente si no he dejado de ser igual. Ser los mismos por dentro limitará que avancemos hacia lo nuevo por fuera.

Memoriza esta oración y hazla diariamente: Señor Jesús, tú eres el originador de todo cambio; es por ello que reconozco que, si tú no me ayudas, no lo podría hacer. Tú mejor que nadie conoces las áreas en las cuales me urge un cambio; anhelo y deseo cambiar, y eso basta para que tu intervención comience en mi vida. Por mis propios méritos no lo lograría, pero tu anhelo es que yo cambie y mi anhelo es agradarte con mi cambio. Ayúdame, Espíritu Santo, en el poderoso nombre de Jesús. Amén.