La Declaración De Seúl | Un Recorrido De 30 DíasMuestra

El evangelio: La historia que vivimos y contamos
La lectura de hoy continúa en la Sección I: El evangelio: La historia que vivimos y contamos. Lea aquí.
Dios transformaría su creación por su Palabra a través de su Espíritu.
Para bendecir a todas las naciones de la tierra, Dios hizo un pacto con Abraham, prometiendo restaurar la bendición de su presencia vivificante a un pueblo dentro del cual uniría de nuevo a todos los pueblos en una relación de bendición mutua. Este pueblo se convertiría en el hogar de Dios, la nueva humanidad para la nueva creación de Dios.
De manera preliminar, Dios eligió a los descendientes de Abraham: una nación de doce tribus que llevaban los nombres de los doce hijos de Jacob. Formados para ser un pueblo santo, fueron esclavizados y oprimidos bajo el faraón. Pero Dios no olvidó su pacto. Sacó a su pueblo de la esclavitud para que declarara sus excelencias a todos los pueblos. Los llevó al monte Sinaí y pronunció palabras con poder para dar vida a quienes las guardaran en su corazón; poder para formar un pueblo que amara a Dios con un corazón indiviso y se amaran unos a otros desde corazones vivos con la vida de Dios.
Pero el pueblo de Dios se rebeló contra él. Prefirieron la muerte a la vida. Si Dios no se hubiera mostrado lleno de gracia, el pueblo habría perecido. En su misericordia, él ordenó reyes para que Israel viviera bajo el gobierno de Dios. Envió profetas para que interpretaran las palabras pronunciadas en Sinaí y corrigieran a su pueblo cuando se alejaba de él. Envió sabios y escritores de himnos para sostener a Israel en el camino de la vida. Pero el pueblo de Dios se rebeló igual. Sus reyes y sacerdotes se apartaron de Dios y el pueblo rechazó a los profetas. Así que Dios los expulsó de su tierra, condenando a la nación al exilio.
Sin embargo, Dios no olvidó su pacto. Aunque los profetas advirtieron de la muerte de la nación, también profetizaron que Dios la resucitaría a una nueva vida, como efectivamente hizo cuando Israel regresó del exilio. Pero esta muerte y resurrección de la nación fue solo un anticipo de una dramática escalada aún por venir en los tratos de Dios con una humanidad rebelde: la restauración del legítimo gobierno de Dios.
Aún no era el momento para que Dios renovara la creación mediante su Palabra a través de su Espíritu.
Y entonces llegó. Dios envió al profeta Juan para que preparara la inminente llegada del rey designado por Dios y llamara al pueblo a dejar el pecado para vivir bajo el gobierno de Dios. Juan bautizó a los que se alejaban de su pecado, pero también habló de un bautismo aún por venir: «El que viene después de mi los bautizará con Espíritu ardiente». Ese bautismo del Espíritu por el Señor Jesucristo formaría el prometido pueblo de los pueblos. Tal como había dicho Juan, El Que Viene llegó, pero de la manera más inesperada.
Acerca de este Plan

En todo el mundo los creyentes se preguntan: ¿cómo vivir el evangelio hoy? Este plan de 30 días se basa en la Declaración de Seúl para explorar verdades intemporales que abordan retos actuales, como la identidad humana, la paz, la tecnología y el discipulado, sin dejar de ser fieles al evangelio, a las Escrituras y al designio de Dios para la iglesia. Arraigada en la verdad bíblica y en voces de todo el mundo, lo invita a profundizar su fe y a vivir la misión de Cristo.
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Nos gustaría agradecer a Lausanne Movement por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: lausanne.org









