Somos Sus Atributos 21 Días Ayuno De DanielMuestra

Dominio Propio

Como ciudad derribada y sin muro Es el hombre cuyo espíritu no tiene rienda (Proverbios 25:28).

Durante mucho tiempo hemos escuchado sermones en contra del pecado o de aquellas acciones que desagradan a Dios. Frases como "tienes que dejar esto o aquello", "si no te arrepientes vendrán graves consecuencias", "aléjate de ese vicio", "termina esa relación incorrecta" siempre estuvieron presentes. Sin embargo, ¿es suficiente con solo una advertencia? A veces se entiende como si el oyente no supiera de su error y hubiera que recordárselo todas las veces posibles. En realidad, muchos ya tienen identificadas sus fragilidades; los primeros en lanzar advertencias fueron ellos mismos. Vienen a escuchar con un peso en sus espaldas, y a veces lo que menos precisan es recibir un recordatorio de cuál es su pecado. Lo que buscan, en realidad, es la solución definitiva.

La advertencia por sí misma no tiene poder. Más bien, debemos entender que el Espíritu Santo tiene la función de convencer al mundo de pecado, justicia y juicio, como se describe en Juan 16:8. El Espíritu Santo revela a las personas su condición pecaminosa, la justicia de Cristo y la realidad del juicio venidero.

Uno de los frutos que el Espíritu Santo nos otorga es el dominio propio, el cual nos ayuda a controlar los impulsos y las emociones, a tener autocontrol y paciencia. No es fácil lograr esto por fuerza propia, pero gracias a la obra de Dios en la vida de cada uno de los que creen en Jesús como Señor y Salvador, sí es posible.

¿En algún área de tu vida has sentido culpa sin encontrar una solución para ello?

¿Has intentado dejar algún hábito incorrecto solo con fuerza propia?

Dios tiene una solución definitiva para ello, y es su Santo Espíritu. Ya no somos esclavos del pecado (Gálatas 4:6-7), y esta es nuestra gloria: que su Espíritu nos guía (Romanos 8:14). Por lo tanto, un hijo de Dios se diferencia por su capacidad de dominarse a sí mismo, mediante la dirección del Espíritu de Dios.

Señor, hoy venimos delante de ti a entregarte nuestro peso, aquella situación que aún no dominamos, reconociendo que solo mediante tu Santo Espíritu podemos hallar la fuerza necesaria para vencer. Dame la virtud para llevar una vida con frutos verdaderos, ayúdame a vivir de una manera prudente, honesta, justa y piadosa. En el nombre de Jesús. AMÉN.